Cómo curar el mal de altura del equipo

ERNEST FOLCH

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Dicen los alpinistas expertos que cuando se afronta la escalada de una gran montaña lo difícil de gestionar no es la subida sino todo lo que sucede después de la cumbre: acecha el peligro de que se piense que lo más difícil se ha conseguido al llegar arriba cuando, en realidad, queda todavía un largo descenso, con muchas menos fuerzas y, lo que es peor, con un indeseado exceso de confianza.

El Barça volvió al Everest de su juego en su apoteósico recital contra el Real Madrid, que continuó unos pocos días después ante el Roma, pero de repente parece afectado de un extraño mal de altura, como si no estuviera digiriendo bien la cima a la que ha logrado llevar su propio fútbol. Los primeros síntomas se divisaron en Mestalla, a pesar de que realizó un soberbio primer tiempo, transitó sin demasiado interés en el trámite de Leverkusen y contra el Depor pinchó por fin con todo merecimiento, sin excusas que valgan.

El sábado el Barça estaba resolviendo el partido de manera algo burocrática, con dos trallazos lejanos de Messi y Rakitic, tan buenos como inusuales, hasta que se dejó ir y el Depor empató a placer y a punto estuvo de llevarse los tres puntos del Camp Nou. El equipo junto y tenso que había maravillado al mundo muy pocos días antes ha sufrido una súbita distensión, ejemplificada en tres empates seguidos, que han ido empeorando la calidad del juego a cada nuevo partido.

LA AUSENCIA DE NEYMAR

La pregunta del millón es por qué el equipo se muestra de repente tan blando y otra vez tan previsible, como le sucedía a menudo a principio de temporada. Hay algunas explicaciones posibles: pesa mucho la ausencia de Neymar, al que el equipo echó de menos el sábado como si el que no estuviera fuera el mismísimo Messi, pese a una acumulación de lesiones cada vez más alarmante, todavía en una fase de recuperación, que le obliga a dosificarse visiblemente durante el partido.

Los tres empates han servido para que algunas voces, en sintonía con el entrenador, pidan ahora fichajes, como si fueran la panacea y como si no tuvieran en cuenta que se incorporan Arda Turan y Aleix Vidal dentro de escasas semanas, y que hay algo que se llama cantera, a la cual se puede acudir a pescar con mucha más convicción de la que muchos creen. No hay que olvidar que el Barça ha alcanzado el cénit en plena plaga de lesiones, incluIda la de Messi, y fue entonces cuando volvió a hilvanar el juego con la exigencia de siempre.

Por eso el diagnóstico del catarro que de repente afecta al Barça tiene alguna causa necesariamente más profunda: el factor primordial, más que cualquier ausencia o mal estado de forma, es la autocontemplación en la que ha entrado el equipo. Cuando el Barça llegó a la cumbre en el Bernabéu, más que preparar la bajada, empezó a hacerse 'selfis' y a recrearse en su momento de gloria.

El resultado ha sido un exceso de relajación y un juego más especulativo. De momento no es una dolencia grave, es solo un mal de altura que se resuelve con más tensión y menos autobombo. La mejor medicina no es fichar sino algo mucho más barato: volver a sentar la cabeza.