Dos miradas

Fauna y flora

El mundo del 'procés' ha desarrollado unas especies fascinantes

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EMMA RIVEROLA

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Como en todos los microcosmos, el mundo del procés (ínfimo en el universo, pero interminable para sus habitantes) ha desarrollado unas especies fascinantes. Dos familias predominan con especial vigor.

Por un lado, la flor encantadora. La que en su día se vistió de revolución de las sonrisas, ahora se ha lanzado al catálogo de emoticonos y utiliza un lenguaje tan voluntarioso como sentimentaloide. A medio camino del ánimo de los Minyons Escoltes y la dulzura del tortell de nata del domingo. La síntesis del mensaje es: nosotros (importante ese nosotros) somos buenos, siempre lo hemos sido, bona gent (esta expresión arrasa), nos merecemos que nos pasen cosas bonitas y las conseguiremos por las buenas. Su aparente fragilidad engaña. Es una variedad de extraordinaria resistencia. Quizá puede ser acusada de melindrosa, de sensiblera, pero ¿cómo enfrentarse a ella sin acabar pringado de miel?

Por otro lado, entre la fauna encontramos los ejemplares agresivos. Belicosos, bravucones, cáusticos… Su objetivo: convertir cada tuit, cada intervención pública, en un dardo envenenado. Triunfan especialmente los especímenes importados de otros cosmos. Nos encanta que nos digan que tenemos razón, así que premiamos a los visitantes favoreciendo el parasitismo.

Unas y otros pertenecen a familias antitéticas, pero también se da alguna simbiosis. La flor tóxica es la más peligrosa. Escupe lanzas emponzoñadas con almíbar. Letal.