La FAES y el diálogo en Catalunya

José María Aznar y Mariano Rajoy, ayer por la mañana, en el campus de FAES.

José María Aznar y Mariano Rajoy, ayer por la mañana, en el campus de FAES.

JUANCHO DUMALL

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Sabíamos que la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) era, pese a su rimbombante nombre, la organización encargada de guardar las esencias de la más tradicional derecha española. Pese al apelativo posmoderno de think tank (laboratorio de ideas), la FAES era el reducto del aznarismo, es decir, del último gran artefacto ideológico del nacionalismo hispano.

Después supimos que entre el cometido de la fundación está que el Gobierno de Rajoy no se desvíe ni un milímetro de la línea establecida por ese PP que, entre los años 2000 y 2004, los de la mayoría absoluta de Aznar, soñó con sacar a España del rincón de la historia (a las órdenes de Bush), impulsó la economía bajando impuestos y favoreciendo la construcción sin complejos y pronunció el hasta aquí hemos llegado en el desarrollo autonómico.

Pero ahora ya sabemos que las siglas FAES bien podrían responder a las de la 'Fundación de Ayuda a Esquerra y sus Socios'. Solo así se explica la última arremetida de Aznar contra el intento de diálogo (de momento, solo en grado de tentativa) del Gobierno del PP con el soberanismo catalán.

ATAQUE DE PÁNICO

Aznar y su entorno parece haberles entrado un ataque de pánico ante la posibilidad de que el PP haga autocrítica de su lamentable papel durante la tramitación del Estatut de Catalunya, recogida de firmas incluida. Cualquier reconocimiento de que las cosas pudieron hacerse de otra manera, ante lo que fue un clamoroso error histórico de graves consecuencias, es interpretada por la FAES como una «tendencia a asumir el relato que hacen los adversarios».

Los triste es que frente al primer intento tímido de deshielo por parte de la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, la derecha aznarista intente estrechar el terreno de juego. Una de las grandes novedades de esta legislatura es que el Gobierno de Rajoy puede abandonar su postura de que no hay nada que hablar con los soberanistas para iniciar un acercamiento, cierto que muy difícil. Pero ya se ve que hay quien no está por tender puentes. Aunque el independentismo siga creciendo.