Facebook, Google y el poder de los Estados
Solo con una Europa más fuerte se podrá frenar el poder de las grandes empresas tecnológicas
La tecnología avanza a una velocidad infinitamente mayor que la capacidad de regulación de los países. Las grandes multinacionales tecnológicas operan a escala planetaria, generan comunidades de usuarios mayores que la población de muchos países y tratan de cambiar la legislación de los Estados para adaptarlas a sus intereses. Es obvio que cuando un producto o un servicio seduce a los clientes, como es el caso de Airbnb, Uber o Google, se plantea un gran reto para un Gobierno: decidir si lo prohíbe o lo permite y, en este segundo supuesto, bajo qué condiciones. El desarrollo de los estados-nación trajo consigo la organización de las sociedades en torno a gobiernos que reconocían sus límites espaciales y de poder.
La globalización y la tecnología está diluyendo estas fronteras poblacionales y políticas, a la vez que desbordan cada día más a los Estados. La multa de la Comisión Europea a Facebook esta semana por ofrecer datos engañosos sobre su operación de compra de WhatsApp pone de relieve las tensiones que se generan entre las autoridades y los gigantes tecnológicos. Bruselas considera probado que la red social de Mark Zuckerberg mintió cuando en el 2014 dijo que no entraba en sus planes asociar las cuentas de los usuarios de Facebook y WhatsApp.
Las autoridades de la competencia europeas usaron esta información para elaborar el informe que autorizó a Facebook comprar la plataforma de mensajería. Ahora se ha descubierto que siempre estuvo en los planes de Zuckerberg usar los datos de ambas compañías para mejorar sus algoritmos, tener más información de sus usuarios y ganar mercado en detrimento de sus competidores. Por eso pagó la friolera de 21.800 millones de dólares por WhatsApp, una cantidad que convierte la multa de 110 millones impuesta por la Comisión Europea en calderilla.
Los Gobiernos tienen la responsabilidad de organizar el funcionamiento de la sociedad y velar por la protección de los consumidores. Los retos que se presenta son enormes: rastrear los nuevos monopolios de las grandes empresas tecnológicas, lograr que estos gigantes no eludan impuestos, proteger a las pequeñas comunidades que ven peligrar sus negocios tradicionales por la irrupción de las nuevas tecnologías. La revolución tecnológica es uno de los grandes argumentos para trabajar en una mayor integración europea. Tan solo con organizaciones políticas fuertes y que trabajen de forma coordinada se podrán poner freno al enorme poder de estas grandes corporaciones. De lo contrario, serán estas las que impondrán sus normas a los Estados. Y no siempre en beneficio de los ciudadanos.
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