ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Fabricando ludópatas

LEONARD BEARD

LEONARD BEARD / LEONARD BEARD

DAVID TRUEBA

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Hace algunos años se produjo una curiosa contradicción. El Gobierno, siempre alerta y protector, prohibió los anuncios de tabaco y bebidas alcohólicas en horario infantil o asociados a actividades deportivas. La norma, exigente, obligó a ejercicios intrépidos a las marcas de bebidas, que crearon líneas de alimentos basura o líquidos con cero alcohol para seguir teniendo presencia en ese mercado. Pero lo increíble fue ver que, unos años más tarde, su espacio publicitario lo ocuparon las casas de apuestas. Así, sin ningún rubor, aparecían asociadas sus marcas a equipos deportivos rutilantes y, sin demasiado esfuerzo, lograron que hasta los locutores de eventos deportivos publicitaran e incitaran a la gente a apostar en las casas de juego. Esta normalidad aparente invitaba a pensar que la ludopatía no era tan peligrosa como el alcoholismo o el tabaquismo. En realidad, la única diferencia es que las consecuencias de la ludopatía no condicionaban las cuentas del Estado ni su sistema de salud, por lo que le salía barato fabricar ludópatas.

Pero el tiempo pasa y la verdad desagradable asoma. Puede que la ludopatía juvenil no sea un problema costoso para el Estado, pero las asociaciones de ayuda a los afectados han dado la voz de alarma. Consideran que la invasión del horario infantil con propuestas de apuestas y juego es constante. Estas empresas se asocian además a deportistas de éxito y la ludopatía crece y se multiplica entre una víctima más joven. Esto es lo que tienen las prohibiciones, que generan un agravio comparativo. Hace mucho que no compramos ese papel del Estado como garante de nuestra salud mental ni de nuestros derechos. Cuando lo hace es en su propio interés. Tratar el cáncer masivo de pulmón costaba a las arcas públicas demasiado dinero como para seguir inactivo frente a la adicción al tabaco, pero eso no impedía participar en los beneficios de su fabricación y recaudar los impuestos. Las campañas de concienciación tenían un beneficio directo para un erario público en crisis.

No parece que la ludopatía haya sido cualificada como un gasto respetable para la Hacienda pública, por lo que la pasividad es total. A nadie le importa demasiado la relación de juego y apuestas con el deporte. Es más, para muchos es una rama familiar, como si prolongaras tu gusto por el fútbol apostando a ver por cuántos goles se resuelve el partido o quién marcará el primer gol. Es la versión siglo XXI de la escucha de los partidos por el transistor. No hay que olvidar que el ser humano evoluciona de manera constante, pero no está probado científicamente que la tendencia sea hacia la inteligencia. Esta asociación de deporte y casino virtual es un buen negocio, porque las apuestas relacionadas con el deporte significaron casi el 50% de todas las apuestas que se registraron por la red. Es una pena, porque el ejercicio de apostar se podría aplicar con más criterio a la política. Sería estupendo tener lectura ludópata asociada al Debate del Estado de la Nación, el relevo de ministros o la próxima metedura de pata de un alto cargo. Considerando que la dependencia del juego no parece un problema real para las autoridades, lo mejor es sacudírselo a ellos encima a ver si se dan por aludidos.