Lo extraño es no moverse

TONI AIRA

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Hace unos días, un grupo de dirigentes y afines del PP de Catalunya, en reunión en pequeño comité, se llevaba las manos a la cabeza por el desastre de resultados que obtuvieron el 27-S con Xavier García Albiol de candidato y por los que prevén obtener el 20-D con Jorge Fernández Díaz de cabeza de cartel. Veían claro que el problema no son estos dos nombres tanto como el posicionamiento del partido. Y la posible solución la convinieron bastante unánimemente: "Pasado el 20-D será necesario moverse". ¿En qué dirección? En la de una reforma constitucional que incluso Albert Rivera, su aliado más que potencial pasados los comicios españoles, ya ha asumido como necesaria. En el PP de Catalunya lo ven claro, ni que sea para ganar tiempo y cierto margen, pero la duda sobre si en Madrid entenderán también del todo que hay que moverse no deja de estar ahí.

Al final, en los tiempos que corren, lo extraño es no moverse. Lo ha hecho casi todo el mundo excepto un PP de Mariano Rajoy que parece haberse contagiado de la falta de reflejos de su máximo dirigente. Y el presidente español se recrea en ello, y su partido con él. En Catalunya el independentismo obtiene el 48% de los votos y 72 diputados de 135 que hay en el Parlament, y la respuesta pasa por decir que el independentismo ha perdido el plebiscito que el PP nunca reconoció que era el 27-S. Nada de llamar para sentarse a hablar a Artur Mas. Nada de plantear una vía de diálogo para encontrar salidas políticas al entuerto. Y ni siquiera, nada de responder al documento con 23 puntos que Mas llevó en julio de 2014 a Rajoy a la Moncloa, con 23 frentes a abordar y a resolver en los campos económico, cultural y de obra pública, con cuestiones que condicionan la vida de muchos catalanes, ya sean independentistas, dependentistas o ni una cosa ni otra. Ante eso, solo movimientos en círculo apretando la tuerca de la recentralización. Así el PP en Catalunya tiene poca perspectiva de superar su irrelevancia política.

Y el entorno va cambiando, en algunos casos incluso demasiado para algunos de los partidarios de un Mas que ha apostado por el movimiento como pocos lo esperaban. Eso le ha costado también una erosión importante y ha hecho que en varios momentos lo hayan dado por muerto (como ahora mismo). Pero parece que aún no ha traspasado políticamente, contra la mayor parte de los pronósticos. Ha gastado algunas de las vidas que ha demostrado tener al estilo de los gatos y no sabemos cuántas le quedan, pero al menos se mueve e intenta hacerlo al ritmo o en la línea de una parte significativa de su sociedad. Un país y un electorado que ha hecho que a día de hoy, en el Parlament, la CUP sea más representativa que Unió. ¿Quién lo iba a decir, verdad? Pues ha pasado. Que la gente se mueve.