A favor

No existe la cura sin pasar por el dolor

JOAQUIM COLL

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Mientras CiU se dividía en el Congreso sobre la reforma de la ley del aborto, el TSJC concluía que hay «indicios racionales» de cohecho de Oriol Pujol, añadiendo otro delito más a su imputación, y Artur Mas se dispone hoy mismo a recibir a Roberto Maroni, presidente de Lombardía y de la xenófoba Liga Norte, inventora del lema Roma ladrona (¿les suena algo parecido por aquí?), toda la atención política de la semana en Catalunya se ha centrado en saber qué iban a hacer los diputados díscolos del PSC.

Un tuitero ingenioso escribía que golpear al partido de Pere Navarro, como si fuera una piñata, se ha convertido para algunos en deporte nacional. En realidad, tanta atención mediática, a menudo rayando el acoso, se explica por el papel que jugaban esos diputados como caballo de Troya del soberanismo en las filas socialistas desde que el Parlament hizo ese otro gran brindis al sol que fue la declaración de soberanía. Ayer la CUP con su inesperada abstención subrayó la incoherencia de CiU, ERC e ICV-EUiA entre lo que piden ahora sobre el papel y lo declarado solemnemente hace un año.

Sirviéndose del chantaje de la división y del ruido mediático los díscolos han tensionado al máximo para llevar al PSC  a la abstención, aunque tres de esos cinco diputados lo que querían de verdad era votar a favor, como finalmente han hecho. Al otro lado, las razones de Navarro y la dirección eran sólidas. La resolución no tiene recorrido jurídico, pues la vía del 150.2 está pensada únicamente, como ya se ha explicado un sinfín de veces, para cuestiones autonómicas susceptibles de transferencia.

Políticamente, tras el acuerdo soberanista sobre la doble pregunta encadenada y la fecha de la consulta, se hacía más evidente aún el carácter trilero de la propuesta, que se limita, fíjense bien, a solicitar el traspaso de la competencia para celebrar un referéndum consultivo sobre el futuro político de Catalunya, pero sin mención alguna ni a la famosa pregunta ni a la fecha del 9 de noviembre. Salta a la vista, pues, que la iniciativa pretendía solo dos cosas. Tentar y dividir a los socialistas, con un enunciado muy genérico, pero sin viabilidad jurídica ni obviamente política en el Congreso. Y acumular presuntas razones para acrecentar el independentismo entre los catalanes partidarios de la consulta, legitimando así posteriores acciones fuera de la legalidad con el pueril argumento de «no nos dejan votar».

¿Cómo queda ahora el PSC? Sin duda ha sufrido un calvario horroroso, pero la decisión de Àngel Ros de dejar el escaño antes que saltarse la disciplina de partido convierte a Joan Ignasi ElenaMarina Geli y Núria Ventura en simples tránsfugas (probablemente hacia la nada). Tras la negativa a entregar el acta de diputado, su expulsión del grupo parlamentario, de la ejecutiva nacional y, finalmente, del partido es inevitable. Puede que otros cuadros territoriales y algunos nombres con pedigrí les sigan, pero no parece que vayan a ser muchos más que aquellos que ya llevan tiempo apareciendo en los medios, con gran regocijo de los soberanistas, diciendo que ya no creen en el federalismo y tonteando con el independentismo. Dentro del drama que vive el PSC, el dolor en la cura es inevitable, sobre todo tras el consell nacional que ratificó abrumadoramente la línea federalista sin complejos de Pere Navarro.