LA RUEDA

Exceso de celo independentista

JOSÉ A. SOROLLA

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Como ocurre en muchos debates, en el del proceso soberanista los de un bando replican a los del otro intentando rebatir argumentos que estos últimos no han usado, o disparan por elevación siempre contra los planteamientos más extremistas despreciando las posiciones más mesuradas. El debate se convierte en algo inexistente, reducido a dos monólogos. Mientras desde un lado se profetizan todas las catástrofes en la Catalunya independiente, desde el otro se proclaman las inmensas bondades de la separación como si la independencia fuera una mera operación matemática donde bastara con restar lo que «España nos roba» para que el nuevo país saliera ganando.

Algunos destacados independentistas sobrevenidos se irritan ante el argumento de la inviabilidad de la independencia cuando resulta que la mayoría de los expertos, salvo los profetas de la catástrofe, están de acuerdo en que una Catalunya independiente sería viable. ¿Cómo no va a serlo si lo son Eslovenia o Letonia? Otra cuestión es si la separación beneficiaría o perjudicaría a Catalunya y a lo que quedara de España. Además de los delirantes informes del Consell Assessor de la Transició Nacional (CATN), algunos expertos retuercen de tal forma sus argumentos que ponen en peligro su rigor académico. Germà Bel y Núria Bosch, ambos miembros del CATN y ambos exsocialistas, llegan a defender que para adaptarse a la globalización es mejor ser un país pequeño que uno grande. Bel sostiene que los estados pequeños son más flexibles y abiertos y menos rígidos, y Bosch asegura que los países más ricos y competitivos son los pequeños, como Suiza, Dinamarca o Finlandia. O sea, lo que vale para las empresas, que para competir en una economía globalizada no cesan de crecer en tamaño a base de fusiones y alianzas, no sirve para los países, sino que lo bueno es todo lo contrario. Exceso de celo.