Opinión | Editorial

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El examen final de la Agencia del Medicamento

Barcelona llega a la votación entre los favoritos tras los recelos de caracter político sobre su candidatura

La Torre Glòries, iluminada en favor de la Agencia Europea del Medicamento.

La Torre Glòries, iluminada en favor de la Agencia Europea del Medicamento. / JOAN PUIG

La larga cuenta atrás acaba hoy. Esta tarde los jefes de Gobierno de los países de la UE han de elegir la ciudad que albergará la sede de la Agencia Europea del Medicamento (EMA en sus siglas en inglés) cuando esta, forzada por el brexit, abandone Londres en el 2019. Barcelona, en competencia con otras 18 ciudades, llega a la recta final situada entre los favoritos. La apuesta no es menor.  Con un presupuesto de 340 millones, el organismo  que se encarga de evaluar y autorizar la comercialización de los medicamentos se desplazará con 900 empleados y con una capacidad de generar entre 4.000 y 5.000 puestos de trabajo indirectos.  Miles de expertos la visitan cada año y supone un gran polo mundial de atracción de talento.

La candidatura de Barcelona cumple con todos los requisitos técnicos que una entidad así reclama. La ciudad es reconocida como uno de los motores europeos de la investigación médica y biotecnológica y concentra un potente sector farmacéutico, además de un indiscutible dinamismo cultural. Solo una sombra ha oscurecido sus últimos pasos  hacia la meta de la EMA: el jeroglífico político de la pretendida y finalmente frustrada independencia de Catalunya. Hoy, sin embargo, con mayor seguridad jurídica y certeza institucional, la UE debe abandonar sus recelos y reconocer el potencial de la candidatura catalana. Barcelona está sobradamente preparada para acoger la agencia en la singular torre de las Glòries y llega al examen con las mejores notas y esperanzas.