Análisis

Evaluar antes de reaccionar

El sistema vigente de ejecución de penas privativas de libertad es irrenunciable y solo cabe modificarlo para mejorarlo

violador Tomás Pardo Caro

violador Tomás Pardo Caro / periodico

JOAN J. QUERALT

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Como los grandes números, las estadísticas ni explican las desgracias personales ni sirven de consuelo. Que los fallecidos en accidente de tráfico con vítimas fueran en el 2104 el 1,84% no sirve ni para los difuntos ni para sus deudos, pese a ser una buena cifra. Igualmente, que el 94% de los condenados por delitos sexuales graves no reincidan tras su paso por prisión y después de haber seguido una serie de tratamientos -no olvidemos, voluntarios- es una buena noticia. Buena, pero irrelevante para la vecina de Igualada que padeció una agresión sexual y, a lo que parece, un intento de acabar con su vida por parte de un interno, <strong>condenado por violación en su último permiso</strong>. Nada de eso paliará el dolor de la víctima. Sí, en cambio, prestarle la máxima ayuda posible, indemnizarla sin dilaciones: en suma, no convertir su recuperación física y emocional en un calvario burocrático.

Dicho esto, también ha de proclamarse que el sistema vigente de ejecución de penas privativas de libertad es irrenunciable y solo cabe modificarlo para mejorarlo. Mejorarlo en un doble sentido: disminuyendo, por un lado, el grado de reincidencia de los condenados, tanto de los encarcelados como de los que cumplen penas menos gravosas; y, por otro, incidiendo en los aspectos relativos a la seguridad de la ciudadanía en general y de las víctimas del delito concreto en particular, cuando, sea la que sea la fase, el preso es puesto en libertad con permisos ordinarios, extraordinarios, libertad condicional y excarcelación total por haber cumplido la sentencia.

Ello reclama un aumento de personal y medios -algunos inexistentes-, lo que conlleva necesariamente un aumento presupuestario, significativo y sostenido. Si en tiempos de bonanza se da la espalda social y económicamente a la reinserción social y al sistema de ejecución de penas -del que el penitenciario es una parte-, cuando llegan las vacas flacas este es un terreno abonado, como la Justicia en general, para recortes y quitas dinerarias.

INVERSIÓN EN SEGURIDAD

La seguridad no es un gasto, es una inversión. En ningún modelo social la seguridad es del 100%. No lo es ni la Medicina, ni la Economía, ni muchas otras materias igualmente vitales para nuestra convivencia ordenada. No se pueden pedir peras al olmo, vivir de espaldas al problema y regatearle medios. Nuestro país es uno de los más seguros del mundo occidental, tanto en cantidad como por cualidad: los actos violentos son, comparativamente, una franca minoría del cómputo delincuencial. En estos resultados algo tienen que ver las actuaciones desplegadas, con imaginación y tesón, mal dotadas económicamente, con apenas reconocimiento social y con medios indignos de tal nombre.

No toca ahora tomar medidas en caliente. Toca analizar por los profesionales competentes, vistos los antecedentes del reincidente, cómo ha podido ocurrir algo que no era previsible, o si podía haberse afinado más, siempre con consecuencias para el futuro. Pero, sobre todo, reparar con celeridad a la víctima, sin fintas administrativas y con un enjuiciamiento rápido, dado lo delicado, pero simple, del caso.