La crisis catalana

Europa, valores a la carta

Es comprensible la decepción de Puigdemont y los miembros de su gobierno pero esta, y no la de los valores, es la Unión Europea que tenemos

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XAVIER BRU DE SALA

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Probablemente, la cárcel hunde y fortalece, o sea que fortalece después de hundir. El exilio en cambio, nubla, entristece, reduce perspectivas vitales y capacidad analítica. Vivir una temporada en el extranjero favorece las capacidades cognitivas, despierta y espabila. Al contrario, el exilio es un drama interior mucho más agudo de lo que pueden suponer los que no lo han sufrido o no han leído la literatura de referencia, empezando por las 'Tristes' de Ovidio. Solo así se explican las declaraciones de Puigdemont sobre la pertenencia de Catalunya a Europa, que no le hacen ningún favor y perjudican la causa que defiende.

La próxima semana varios miles de catalanes se manifestarán en Bruselas. Por mucho que repitamos el "Escucha, Europa", Europa no ha escuchado ni escuchará, pero de ahí al "Adiós, Europa" media un abismo al que Catalunya no puede ni acercarse. Europa es como es, rica, egoísta, hipócrita y pragmática. Si cambiar España es obra de titanes, el propósito de modificar Europa es pura quimera.

Es probable que, de manera discreta, Europa presionara a ambos lados para evitar un final del conflicto más inestable y violento. Pero de ahí a proteger derechos fundamentales o condenar actuaciones policiales hay mucho trecho. Las líneas rojas de lo que permite o no permite Europa en el interior de sus estados son cada vez más laxas. Como hemos visto en Polonia o Hungría, la calidad democrática es un asunto interno, por lo que en la Unión conviven, y más que convivirán, las democracias más avanzadas del mundo con otras de baja calidad.

Modular las libertades

La Europa real, y la que se dibuja, es un club donde cada miembro decide sobre la división efectiva de poderes o el grado de pluralidad de la prensa. Los que voten autoritarismo tendrán autoritarismo. Los que voten racismo tendrán racismo. Mientras haya elecciones y no se llegue a los niveles de persecución en masa de opositores como Turquíala modulación de las libertades es cosa de cada cual.

También los niveles de corrupción o la independencia de los tribunales. Peor aún, la protección del sálvese quien pueda en materia de valores del espacio europeo supone favorecer el régimen turco y propiciar, de manera indirecta, dramas como el mercado de esclavos en Libia. Clama al cielo, pero no a Bruselas.

Las normas inviolables son económicas, la disciplina que impone Europa es la de los mercados. La deuda sí es sagrada. Si a los estados más endeudados, como España, les toca recortar pensiones y prestaciones o subir el IVA, no hay duda de que lo harán. De manera inmediata, sin el menor margen.

Mínimos apoyos

Por mucho que se hayan magnificado en las redes, los apoyos europeos a la causa secesionista han sido mínimos, testimoniales, personales, aislados, no institucionales. Ningún político relevante de ningún país relevante, ningún grupo parlamentario se ha sumado a ellos. Es comprensible la decepción de Puigdemont y los miembros de su gobierno pero esta, y no la de los valores, es la Europa que tenemos y la Europa que tendremos. Y aún gracias, porque es la fuente y la mejor garantía de prosperidad colectiva.