La crisis del proyecto europeo

Europa, ¿sin futuro?

Hay que refundar la Unión, pero esto pasa por un examen que políticos y ciudadanos no quieren

Estrasburgo 8 Jean-Claude Juncker se dirige al pleno del Parlamento Europeo, el 14 de septiembre del 2016.

Estrasburgo 8 Jean-Claude Juncker se dirige al pleno del Parlamento Europeo, el 14 de septiembre del 2016.

ANTONIO ARGANDOÑA

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¡Quién nos iba a decir, 30 años después de la entrada en la Comunidad Económica Europea, que ahora nos encontraríamos ante una Europa en crisis! Pero ahí estamos… ¿Hicimos mal en entrar? No, ni mucho menos: ese Mercado Común nos aportó ampliación de mercado, eliminación de barreras arancelarias, homogeneización de regulaciones, mayor sensatez en las políticas, espaldarazo de la democracia… Basta con mirar la historia económica de España para darnos cuenta de todo lo que ganamos. Y los costes fueron muy reducidos. El proyecto no era probablemente el ideal, pero era muy bueno, desde luego el mejor disponible en aquel momento para un país lleno de problemas y políticas equivocadas. 

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¿Nos equivocamos el entrar en el euro? No. Los errores de diseño eran graves, y el manejo de la moneda única en los años de la crisis fue bastante lastimoso, pero volvía a ser un buen proyecto para España. Fuimos nosotros los que nos metimos en la crisis, con su burbuja, su recesión, sus problemas bancarios y su elevado desempleo; la Unión Económica y Monetaria hubiera debido pilotar mejor nuestra travesía, pero qué le vamos a hacer, no lo hizo, no supo, o no quiso, o no puedo hacerlo, y las cosas salieron bastante mal. Y no tengo un "culpómetro" para calcular qué errores cometieron unos y otros. 

¿Deberíamos abandonar ahora la zona euro? No. Sería huir de la sartén para tirarse a las brasas. Los costes de la fuga serían altísimos para nosotros, y la vida con una peseta nueva sería bastante peor que la que tenemos ahora. Baste pensar que tendríamos las hipotecas a tipos, no sé, pero quizá del 6 o del 8%. El euro es todavía un paraguas que nos protege mucho mejor que un banco central español.   

Pero el problema no es si nosotros queremos marcharnos, sino si nos echarán, o sea, si es el proyecto europeo mismo el que está en peligro. Las soluciones a corto plazo son conocidas. Una Unión Bancaria que permita sostener los bancos en dificultades (sí, ya sé que ahora están muy bien, pero… ¿lo seguiríamos diciendo, sin las continuas actuaciones del Banco Central Europeo?). Una política fiscal centralizada, con un presupuesto propio, bastante más elevado que el actual, financiado con impuestos manejados directamente desde Bruselas y con la posibilidad de ayudarnos en caso de recesión. Quizás alguna acción para reducir nuestro nivel de endeudamiento público. Y, como todo esto es utópico, tal como están las cosas ahora, haría falta una Unión Política o, al menos, la voluntad más o menos generalizada de avanzar hacia unos Estados Unidos de Europa o algo así. Pero esto pone de manifiesto que las soluciones necesarias son sencillamente impensables. 

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 A no ser que estemos dispuestos a definir de otro modo lo que solemos llamar el modelo europeoun modelo basado en la solidaridadsolidaridad, la cohesión social, la participación y la coordinación de intereses vía negociación y acuerdo (hoy en crisis); una red de seguridad para todos (¿insostenible?), amplios derechos relacionados con el empleo (¿un lastre para la competitividad?), un largo listado de servicios públicos subvencionados (demasiado caros y poco motivadores), unas políticas medioambientales avanzadas, soberanía compartida, multilateralismo y poder blando (hoy discutidos)… Algo que se empezó a construir hace muchos años, que se consolidó en los cuarenta, y que empezó a entrar en crisis en los años setenta y ochenta, y que ha alcanzado su peor momento en los últimos tiempos. O sea, un envejecimiento que viene de antiguo.

Además, por si lo anterior no era suficiente, ese modelo está siendo amenazado por la globalización y la competencia creciente de países que han dicho que ya va siendo hora de que se les deje ocupar su lugar en el mundo, y amenazado por la tecnología y la demografía

Algunas de esas amenazas vienen de fuera, pero se veían venir y nadie debió llamarse a engaño por su aparición. Y las otras, la mayoría, nos las creamos nosotros mismos, cuidadosa y repetidamente, a lo largo de décadas de complacencia, comodidad, miedo y apatía. O sea, que ¿no tiene solución? No hay nada escrito en un destino inexorable. Si la Europa que conocemos sufre un quebranto serio, será por su culpa, por nuestra culpa, en buena medida.

Me apunto a la postura de los que dicen que hay que refundar Europa, pero esto pasa por el reconocimiento de la realidad: un examen que nuestros políticos y nuestros ciudadanos no quieren. Quizás va siendo hora de que las instituciones, eso que llamamos la sociedad civil, tome el toro por los cuernos.