Un pacto controvertido

Europa, EEUU y los ciudadanos

El TTIP no debe ser solo el mayor acuerdo comercial de la historia, sino también el más transparente

CECILIA MALMSTRÖMM

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«Los ciudadanos tienen derecho a saber qué se está negociando en su nombre», afirmaba EL PERIÓDICO en su editorial del pasado 4 de enero, en referencia a las negociaciones sobre el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos (TTIP). No puedo estar más de acuerdo. El TTIP es el acuerdo comercial más ambicioso que se ha intentado nunca y por tanto debe ser negociado de forma distinta a los anteriores. Cualquier persona interesada debe tener la oportunidad de dar su opinión, desde los consumidores a los trabajadores, desde los activistas medioambientales a las pymes, desde los ciudadanos a los representantes electos. Y la Comisión Europea está a la escucha. Hemos mantenido debates con organizaciones de consumidores, empresas, sindicatos, agrupaciones medioambientales y otras partes interesadas y hemos puesto en marcha cuatro consultas públicas, la última de las cuales ha recibido casi 150.000 aportaciones.

Además, para permitir que el diálogo sea lo más informado posible la Comisión ha publicado las propuestas de textos legales de la negociación, así como los documentos en los que se expresa claramente cuál es el enfoque de la UE en las distintas áreas de negociación y qué es lo que se quiere obtener. Nunca antes se había hecho algo así con un acuerdo comercial, pero creemos que solo escuchando y explicando podremos conseguir un tratado satisfactorio para los ciudadanos, que son quienes deben beneficiarse de él.

La UE lleva años negociando acuerdos comerciales -actualmente tenemos pactos en vigor con más de 50 socios en todo el mundo-, pero el TTIP no es un tratado comercial como los demás, centrado en eliminar los derechos de aduana. Queremos suprimir aranceles, sí, pero estos -bajos en general- no son el gran problema de nuestro comercio con Estados Unidos. Para dar nuevas oportunidades a nuestras empresas, crear puestos de trabajo bien remunerados y conseguir que los consumidores accedan a más variedad de productos a mejores precios hay que dar un paso más. Por eso la parte más importante del TTIP es la de la regulación, es decir, las normas que deben cumplir los productos y servicios a uno y otro lado del Atlántico. Es también la parte que genera más interés y preocupación, lo que nos obliga a ser muy claros sobre qué se negocia y qué no.

Nuestros altos estándares en salud, medioambiente o protección de los consumidores no son moneda de cambio. Hay sectores en los que nuestras leyes son muy diferentes -los organismos genéticamente modificados o el uso de hormonas en el vacuno, por ejemplo-, y esto no va a cambiar con el TTIP.

Sin embargo, existen muchas otras áreas en las que un acuerdo nos puede beneficiar a todos. Un ejemplo es la fabricación de medicamentos. Tanto americanos como europeos tenemos reglas estrictas de control, pero actualmente no reconocemos las inspecciones que hace el otro, lo que obliga a hacer inspecciones similares dos veces. Un acuerdo reduciría trámites y abarataría costes sin poner en peligro la seguridad. El resultado beneficiaría a consumidores y empresas, sobre todo a aquellas que tienen más dificultad para soportar esos costes, es decir, las pymes. También los gobiernos ahorrarán tiempo y recursos que podrán destinar a aplicar mejor las normas y reforzar aún más la protección. E igual que con los medicamentos, con el automóvil, las conservas alimentarias o los equipos hospitalarios.

¿Por qué nos interesa este acuerdo? Los europeos necesitamos más que nunca el comercio. Treinta millones de ciudadanos en la UE -casi un millón y medio en España- trabajan en empleos relacionados con la exportación, mayoritariamente de alta cualificación y bien remunerados. Otros muchos millones lo hacen en compañías que necesitan reducir costes para sobrevivir o desarrollarse. Además, sabemos que en el futuro la mayor parte del crecimiento económico mundial se dará fuera de las fronteras de la UE, y este acuerdo nos puede permitir liderar el establecimiento de estándares a nivel global.

En una situación económica como la actual, con un crecimiento débil y con 23 millones de parados, estamos obligados a ofrecer nuevas oportunidades a nuestras empresas y a impulsar la creación de riqueza sin generar más gasto público o más impuestos. El TTIP puede ayudar en este sentido. Pero debemos también dar respuesta a las preocupaciones de nuestros ciudadanos. Por eso la Comisión Europea negocia para conseguir el mejor acuerdo escuchando e informando a los ciudadanos. Por eso hemos publicado tanta información y seguiremos haciéndolo. Nuestra voluntad es que el TTIP no sea solo el mayor acuerdo comercial de la historia: queremos que sea también el más transparente.