Al contrataque

Europa, ¿capital?

XAVIER SARDÀ

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Perdona, ya sé que es de mal gusto escribirte hoy. Sean la tristeza y una leve perla de vergonzante nostalgia las excusas por las que te ruego que aceptes hoy mis palabras. Sé que andas atareada y sé que no te gusta vestir con margaritas evocativas. Te juro, Europa, que mi aflicción destila ternura.

¿Cómo se puede entender el mundo formando parte de él? ¿Cómo llevar la vida que deseamos y vivirla al mismo tiempo? Contra lo que debes creer ahora, no pienso pedirte nada especial. Solo quiero saber si aquella Europa existe y dónde está. Solo quiero saber si fue un espejismo y es hora ya de clavarse la estaca del realismo en el corazón. Quiero saber si en lo generacional ya hemos pasado la retroexcavadora destrozando mil imágenes de reconstrucción y lucha y los 20 poemas de amor y una canción desesperada de ese Neruda tan embajador y tan parisino y tan comunista.

A pesar de que hacía poco que te habías arrancado los hijos y los ojos, eras para nosotros lo que no podíamos ser. Humeantes tus campos de carros de combate, erguidos de nuevo tus Coventrys y tus Dresdes para que sonasen de nuevo los acordeones resistenciales, eras entonces una Europa cautiva en su este, post y pre, sangre y carbón, acero y Schumann. Vamos, lo que aquí no podíamos ser.

Eras lo del plan Marshall y después la bohemia loca alegre y gris de Aznavour, que la pintaba «con pasión y siempre sin dormir. La mesa del café nos reunía hablando sin cesar, soñando con la gloria, y el ansia de vivir nos llevó a resistir y no desfallecer». Luego a De Gaulle le aparece el anti-Vietnam bajo los adoquines gritados por Cohn-Bendit y todo parece reverdecer.

Tan lejos y tan cerca

Eras la Europa de mi adolescencia, con Franco aquí y Louis Malle allí, la pena de muerte aquí y el Quartier Latin allí, el Opus Dei aquí y los pechos de la Kristel allí. Eras la Europa del puerto de Amsterdam con los marineros durmiendo como banderas caídas de Brel, y el Paradiso y el Pompidou y las tuniseries dulcísimas y las pensiones baratas y los eurostar y el Atomium, que era pequeño pero parecía grande, y la Tour Eiffel, que parecía pequeña pero era grande, y el muro de la vergüenza en Berlín y en los Pirineos. Tan lejos y tan cerca. Luego el trío Guadalajara que entra y ya está: Grecia (1981), España y Portugal (1986). Eurovisión hecha realidad política para nosotros.

En Europa hoy se vota, pero tú y tú, toro sagrado, debéis saber que muchos votan sin pensar en ti. Muchos votan contra alguien, otros votan para limitar tus libertades, otros votan en clave interna para demostrar a saber qué y la gran mayoría puede incluso no votar. ¿Dónde estás, Europa? Te adorábamos como amante y ahora resulta que casi te despreciamos. Vaya.