Las consecuencias de la crisis griega

El euro se refuerza (con o sin Grecia)

Si Europa fuera una coordinadora de estados ya se habría llegado a un compromiso con Atenas

XAVIER BRU DE SALA

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Como el dinero es el invento más agresivo, impúdico y miedoso del mundo, y quizá el más poderoso, no es fácil predecir hasta qué punto la crisis griega puede afectar al euro a corto plazo. Merkel asegura que el euro no peligra. Por eso el BCE corta el suministro a Grecia. Pero los mercados andan convulsos. Si Grecia cae, pueden suceder dos cosas. Que arrastre a otros países y se fragmente el euro. O que pronto se recuperen la calma y la estabilidad. En este segundo caso, que es el caso, se puede asegurar que la respuesta implacable a las exigencias del Gobierno griego fortalece al euro a medio y largo plazo. ¿A quién no le gustará un euro que refuerza la disciplina interna, la seriedad y la credibilidad? ¿Quién va a cuestionar una moneda capaz de superar las peores crisis y ataques, compuesta por economías muy competitivas, exportadoras y poco subsidiadas?

Pero aún estamos en la semana más convulsa. Alexis Tsipras y Jean Claude Juncker, la pareja de baile más visible, han hecho subir y bajar las bolsas y las primas de riesgo según si se pisaban o simulaban acercamiento. Nervios, vaivenes frenéticos, maratones negociadores, insomnio de los máximos dirigentes, plazos que nunca son el último, (atención al 20 de julio, cuando Grecia no podrá volver 3.500 millones de euros al BCE). ¿Hay para tanto? Peor tendría que ser, si hacemos caso de los economistas anglosajones más aplaudidos, flamantes psiquiatras de los mercados. No les crean. Si peligraran el euro o la Unión, Europa ya habría cedido a las condiciones de Tsipras.

La firmeza europea ante Grecia indica lo contrario. Si se ha llegado a forzar el corralito no es para echarse atrás sin intervenir Grecia por completo. Los griegos confiaron en un gobernante que les prometía la misma ayuda con menos sacrificios. Respuesta, los bancos cerrados. Ahora Tsipras promete maná europeo si votan no a Europa. Es probable que, sea cual sea el resultado, el corralito se alargue la próxima semana y la otra y quién sabe hasta cuándo. Las únicas formas de ponerle fin son un acuerdo inmediato o una inyección ilimitada, e inmediata, de euros a cargo del BCE. ¿Alguien se lo cree, además de Hollande?

Ya que ninguna de las dos cosas puede pasar según la lógica (inventada por unos griegos que no son estos y no escribían en la misma lengua), Grecia se verá forzada a crear una nueva moneda para el día a día. Sin euros ilimitados e inmediatos, solo se puede evitar la parálisis económica con una nueva moneda o seudomoneda. La llamarán como sea, bonos o pagarés. Le pondrán nombre o no. Podrán afirmar que son provisionales, paritarios y de corta duración. Pero la moneda, o la seudomoneda, es el escenario inmediato, y más si gana el no. Probablemente, también si gana el , porque hará falta tiempo para cambiar de gobierno y negociar.

Fijémonos en las maniobras y las declaraciones del miércoles, el auténtico da D de esta crisis. Tsipras anuncia una capitulación con pequeñas puntualizaciones. Junker, prudente y sin instrucciones de la superioridad teutona, calla. Hollande, fuera de juego, pide un acuerdo inmediato. Merkel, en cambio, veta de manera contundente y explícita. No hay prórroga porque el plazo ha expirado. Es decir que en el futuro, una vez Grecia haya caído, se negociarán las condiciones de otro rescate. Colofón implacable: Tsipras no. Resultado, nueva moneda o seudomoneda.

El Nuevo Imperio Germánico

¿Cederá Europa? ¿De quién tenemos que hacer caso para orientarnos cara al futuro? Tengamos en cuenta que, contra la opinión de miles de ilusos, somos súbditos del Nuevo Imperio Germánico. Berlín nos gobierna por procuración de Bruselas. Alemania no conduce el tren ni dicta el día a día, sino que se limita a poner los carriles por donde circulamos y a señalar la dirección en los cambios de aguja.

Como habrá observado el sagaz lector, todos los finales, remachados por el dictamen final de Merkel, desembocan en un mismo escenario. Grecia no abandona formalmente el euro, pero debe crear una especie de nueva moneda, muy devaluada. Una enorme sacudida y empobrecimiento del país, que también toca fondo. En Alemania ya se habla de ayuda humanitaria. Si Europa fuera, como muchos presumen, una coordinadora de estados, se habría llegado a un compromiso con Atenas, consistente en chutar hacia adelante la pelota del problema en vez de afrontarlo de cara. Pero como que dispone de un liderazgo fuerte y determinado, de un núcleo donde se toman las decisiones más trascendentes, eso suple en buena parte las incertidumbres de un continente a medio construir.

Si hemos llegado hasta el corralito griego, es porque el euro se siente fuerte. Tanto si Grecia se entrega a los dictados de Alemania como si se descuelga, el euro saldrá reforzado. También Europa.