Gente corriente

Eugènia Alonso: "Me agacho junto a una violada para que me note cerca"

Trabajadora social. Alivia el dolor de familiares de heridos y fallecidos de noche en Urgencias del Clínic.

Eugènia Alonso

Eugènia Alonso

ÓSCAR HERNÁNDEZ

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Pocos trabajos implican atender y resolver tantas cosas imprevistas en tan poco tiempo y con una carga emotiva tan fuerte. Eugènia Alon-

so (Barcelona, 1973) es trabajadora social en Urgencias del Hospital Clínic. Su jornada comienza a las 10 de la noche y acaba a las 8 de la mañana. Es entonces, mientras casi todo el mundo duerme, cuando ella tiene que buscar la identidad de un herido de tráfico indocumentado, avisar a sus familiares para que vengan enseguida, consolar a unos padres que acaban de perder a su hijo...

-Difícil lo de comunicar una muerte.

-Sí, porque no sabes cómo van a reaccionar. Un médico es el que da la noticia a los familiares y yo lo acompaño. Les hacemos pasar a un despacho. A veces se desploman en el suelo. Yo me quito los anillos y los pendientes para evitar hacerles daño si los tengo que abrazar para consolarlos o cogerlos si se desploman.

-Y si además hay que proponerles que donen los órganos...

-En ese caso es el personal de coordinación de trasplantes quien lo propone. Es una sensación muy rara. Hay que respetar el tiempo lento de los familiares para asumir lo ocurrido y a la vez hay que ir muy rápido para salvar los órganos. Y es muy duro, porque ellos me preguntan: «¿Y usted que haría?» Les contesto que la decisión será acertada sea cual sea.

-Usted también actúa cuando llega el receptor de esos órganos.

-Sí. Porque todo va muy rápido. Puede llegar una mujer sola acompañando a su hijo que va a someterse al trasplante. Los dos acaban de venir de Galicia de madrugada y yo tengo que procurar que ella pueda cenar y encuentre un sitio donde dormir.

-¿Alguna sorpresa imprevista?

-Una vez llegaron los padres de un chico de 21 años muerto en accidente. Los acompañé a verlo. El padre negaba con la cabeza y pensamos que le costaba admitirlo. Hasta que musitó: «No es mi hijo». Era el cuerpo de otro chico que le había robado la moto. Les pedí disculpas, aunque había sido un error policial. La madre me contestó aliviada: «No importa. Ahora mi hijo está vivo». Ahora, siempre me cercioro bien de la identidad.

-Una situación difícil.

-También lo son los casos de violencia doméstica. Y las agresiones sexuales. Siempre traen aquí a las víctimas porque hay un protocolo especial que incluye la intervención del forense. Yo las tranquilizo. A veces me agacho junto a ellas para que me sientan más cerca. O les cojo la mano. Procuro desculpabilizarlas. Y chillan y lloran, porque es muy gordo. Pero con los chicos aún es peor.

-¿Chicos violados?

-Hay menos casos, pero la mayoría no se denuncian. A mí me cuesta más ponerme en su lugar. Ellos se sienten avergonzados porque no se pudieron librar de sus agresores. Una vez vino un joven que paseaba por la Diagonal. Desde un coche le preguntaron por una calle y al acercarse lo subieron a la fuerza.

-Muchas veces logra lo imposible.

-Muchas veces ingresa alguien inconsciente y no sabes quién es. O solo tienes su nombre, pero no los datos de su familia. Y no hay que olvidar que es de noche. Ahora recurro hasta a Facebook para buscar información de sus conocidos y localizarlos. Otras veces llega alguien que habla ucraniano. Y me avisan a mí.

-¡También habla varios idiomas!

-No, qué va. Solo inglés y francés. Pero utilizo el teléfono de Sanitat Respon, desde donde localizan a un intérprete y entonces hacemos una llamada a tres entre el médico, el intérprete y el familiar o el paciente.

-¿Y no se le acumula el trabajo?

-Hay veces que tengo una víctima de violación en una planta, un herido por identificar en otra, una familia a la que informar en mi despacho... Por suerte, somos el mejor equipo del mundo. Enfermeras, auxiliares, médicos y administrativos siempre echan una mano. El Clínic es el hospital que tiene más trabajadores sociales. Fuera todos saben que también estamos de noche. Si encuentran a un indocumentado, nos lo traen para que investiguemos.

-¿Cómo eligió un trabajo así?

-Yo estudié dos años de psicología y solo aprobé la parte social. Un día mi abuelo murió aquí en el Clínic. Mi familia todavía recuerda a un señor que les acompañó en todo momento y les ayudó. Era el trabajador social. Me dije que quería ser como él y trabajar en el Clínic. Toqué mil puertas hasta conseguir unstage, nueve meses haciendo prácticas sin cobrar. Ahora aquel señor que tanto me enseñó, y que había ayudado a mi familia, es mi compañero del turno de tarde. Cuando yo entro a las 10 de la noche, él me pasa el relevo.