PEQUEÑO OBSERVATORIO

¿Esto o quizá aquello?

La caligrafía, que antes era una disciplina escolar, hoy ha sido cotidianamente derrotada

Firma de Miguel de Cervantes reencontrada en la biblioteca histórica de la Universidad de Sevilla.

Firma de Miguel de Cervantes reencontrada en la biblioteca histórica de la Universidad de Sevilla. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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He ido a la farmacia para comprar un medicamento que el médico me había recetado, pero solo he podido decir a la persona que amablemente me atendía: "Por favor, deme esto". Yo era incapaz de pronunciar el texto manuscrito que figuraba en la receta. ¿Asolt?, ¿Afont? ¿Quizá Rafot? Mi farmacéutica se ha acercado a un estante, decididamente, y ha vuelto con un pequeño envase donde podía leerse Azop.

Me he preguntado si hay un alfabeto que ignoro, un alfabeto que es exclusivo de médicos y farmacéuticos. Un lenguaje cifrado que es patrimonio de los profesionales que velan por nuestra salud. He pensado que quizá hay algo que se está muriendo antes que yo: la caligrafía, por ejemplo. La caligrafía, en otras épocas, era una disciplina escolar. Incluso estaban los alumnos que la aprobaban o la suspendían. 

Una caligrafía discretamente bella exigía una cualidad que hoy no es moda: la lentitud. Si cuando hablamos con alguien decimos "tú ya me entiendes", y confiamos en que ya nos entenderá, esta confianza también se ha incorporado a la práctica de la escritura.

Una especie con prisa

Comemos velozmente, opinamos simplificando lo que pensamos, cruzamos la calle antes de que el semáforo se ponga verde, leemos el periódico mientras comemos. Somos una especie que tiene prisa. Una prisa que sobrepasa a menudo los límites de velocidad en la carretera y la adopción de decisiones económicas o sentimentales.

Parece que la paciencia se haya conservado en el ámbito de los monjes que se han dedicado a la vida contemplativa. Y haciendo un repaso a la historia, a aquellos otros monjes que se dedicaban a copiar manuscritos medievales que hoy son patrimonio de la humanidad.

Hoy la caligrafía ha sido cotidianamente derrotada.