Esto no ha hecho más que empezar

RAMÓN LOBO

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"Hacemos la guerra en Afganistán e Irak para evitar que la traigan a nuestras ciudades". ¿Recuerdan la frase? Fue una de las justificaciones estrella que no ha resistido el paso del tiempo, como tampoco han resistido la ristra de mentiras con las que se fue a una guerra en la que solo interesaba el petróleo de Sadam Husein. No hubo planificación para un escenario posdictadura, ni capacidad de evitar los saqueos de Bagdad en los que EEUU se dejó su prestigio de liberador en unas horas. Se tomaron decisiones insensatas que solo se pueden explicar desde las teoría de la conspiración, a la que son tan aficionados los iraquís, o desde la estupidez supina.

Ya tenemos esa guerra lejana en casa: París, Bruselas, Würzburgo, Ruán... El Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS o Daesh) pierde terreno en Siria y, sobre todo, en Irak, donde la nueva ofensiva se concentra en Mosul, la principal ciudad del norte. Esos avances no nos acercan a la victoria, de momento complican la situación.

El atentado contra la heladería bagdadí de Karrada, en el que murieron cerca de 300 personas, es un aviso: el ISIS (Daesh) está mutando de grupo armado que ocupa un territorio a un grupo sin territorio que practica el terrorismo como única arma. Con el califato físico en problemas crece el peso del cibercalifato, cuya misión es crear en las redes y en internet la impresión de que la fuerza del grupo no ha decaído.

Una de las diferencias entre el Estado Islámico de Irak y Levante con Al Qaeda es el territorio. En el caso del primero ha tenido un papel clave en el efecto llamada para una yihad que ha movilizado a miles de combatientes de todo el mundo, también europeos. En la tradición islámica hay dos tipos de yihad: la ofensiva que solo afecta a los súbditos del príncipe que ha lanzado la guerra, y la defensiva, que obliga a todos los musulmanes. Ese flujo de combatientes extranjeros se está reduciendo debido a que el territorio empieza a contraerse.

Tenemos dos problemas acuciantes, además de que seguimos sin entender. Uno: los combatientes extranjeros con pasaporte europeo que han retornado a casa, además de los que regresarán en los próximos meses. Dos: los que han recibido la orden de quedarse, de lanzar la yihad defensiva dentro del territorio del infiel.

La propaganda del ISIS (Daesh) es muy buena. Colaboramos a propagarla desde un entusiasmo sorprendente: adjudicándoles los atentados antes de saber si son suyos. Algunos se han confirmado después, como el de la iglesia de Ruán o el del tren de Würzburgo; otros, aun no, como el de Niza, por más que se empeñen las autoridades galas en precampaña electoral. Si al peligro latente de los combatientes retornados y los aun no movilizados, añadimos los sociópatas a los que regalamos una causa, es fácil deducir que habrá más ataques. Esto no ha hecho más que empezar.

Hay medidas que se pueden tomar, además de mejorar la coordinación policial en la UE. La principal: derrotar al cibercalifato. No es necesario gastar millones de euros, basta con movilizar un ejército de hackers que les contaminen el mensaje. Ya se ha hecho alguna vez con pornografía, pero debería ser constante.

El primer ministro francés, Manuel Valls, casi siempre desacertado en lo que tiene que ver con el terrorismo, acertó hace un par de días al dar una clave: la prédica en las mezquitas europeas no puede estar en manos de imanes elegidos, formados y dirigidos por Arabia Saudí, la cuna del yihadismo. Más que prohibirlos se debería fomentar la formación urgente de imanes educados en el respeto al otro y en la convivencia interreligiosa.

Un posible final rápido de la guerra en Siria se complica con la involución en Turquía y la amenaza subyacente de una reactivación del flujo de refugiados. En una guerra civil en la que no sabemos quién es nuestro aliado más allá del régimen de Bashar el Asad, uno de los grandes responsables del desastre humanitario, se ha producido una novedad significativa: el Frente al Nusra, el principal grupo y enemigo del ISIS, ha cortado su vinculación con Al Qaeda y cambiado su nombre a Jabhat Fatah al Sham.

¿Se están ofreciendo como fuerza de alquiler en el terreno? Rotos los vínculo con Al Qaeda se abre el camino para sacarles de la lista de los grupos terroristas y permitir que puedan recibir dinero y armas. Es el triunfo de Qatar, su patrocinador indirecto, sobre Arabia Saudí. En un infierno como el de Siria (el de toda la región desde 2003) solo nos queda elegir el demonio menos malo. Ya no hay buenos, solo víctimas.