La respuesta social a unas dolencias especiales

La estigmatización de la salud mental

Episodios muy concretos de agresividad no pueden llevar a asociar los trastornos con la violencia

COMÚN.  Una de cada cuatro personas tiene o tendrá un problema de salud mental.

COMÚN. Una de cada cuatro personas tiene o tendrá un problema de salud mental.

NÚRIA FARRIOLS

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Me he enterado por las noticias que una persona había robado un camión de butano conduciendo en contradirección y que fue detenida. Mi primera pregunta espontánea: ¿será un atentado terrorista? La segunda, como psicóloga, fue: ¿será una persona con algún problema de salud mental? No dejan de ser preguntas que se enmarcan dentro de la cultura del miedo que parece que se va peligrosamente extendiendo.

    Esta interpretación automática me ha hecho reflexionar. Se ha relacionado con frecuencia la violencia con la salud mental. Sabemos que hay una proporción de personas que han podido ser violentas y que tienen este tipo de trastornos, pero en la población general, la que llamamos normal, la proporción puede ser similar. De hecho, entre las personas condenadas por delitos violentos, solo aproximadamente el 5% presentan una enfermedad mental grave. ¿Por qué entonces asociamos un aspecto al otro?

    Como profesionales de la salud mental, lo que podemos observar es que hay una proporción pequeña de personas con estos trastornos que tienen actitudes violentas o muy desorganizadas, la mayoría de forma puntual, por descompensaciones, por no tomar la medicación adecuadamente o por tener situaciones emocionales que lo propician. Pero la proporción es pequeña. Lo que sí vemos es que las personas con algún tipo de trastorno mental muy a menudo han sido, o son, receptoras de muchos tipos de violencia, no solo física, sino psicológica. El trastorno, por tanto, estaría incrementado y potenciado por esta violencia. ¿Por qué no se relaciona la violencia, entonces, con la salud mental en relación a ser receptor y no a ser actor? ¿Por qué identificar la etiqueta del diagnóstico con la única realidad y con su identidad? Tengo la suerte de conocer a dos personas que con una enfermedad mental grave nunca se han rendido y siguen teniendo una vida lo más normalizada: unos queriendo a sus hijos, otros a sus amigos, a su pareja; estudiante, trabajando o con actividades creativas. Son personas de las que tenemos mucho que aprender y que, entre muchas más, forman parte de Obertament, una entidad con un nombre realmente acertado. 

    No olvidemos que uno de los miedos más frecuentes de todas las personas es la soledad, quedarse fuera, marginadas, no sentirse parte de una comunidad. Lógicamente, pasa lo mismo con las personas que tienen un trastorno mental: es responsabilidad de todos tratarnos de forma amable y con la ternura que todos buscamos. Trato que también pedimos que se dé en los medios de comunicación.

    Algunas de las personas más amables, solidarias y con elevada capacidad de tolerar la frustración que conozco son personas que tienen un trastorno mental grave. Uno de los grandes aprendizajes de tener el privilegio de trabajar con ellos es que no es el trastorno lo que fija el grado de felicidad o sufrimiento, sino la actitud. Y de eso todos podemos aprender.