Estética y fuerza del pelo

Caminando por la calle, ayer me di cuenta de que yo era un ciudadano que formaba parte de una minoría. No de una minoría elegante -¡ni pensarlo!-, ni de una minoría intelectual, un descubrimiento que me habría paralizado. Por otra parte, esta minoría no sé con qué se mide. Es más sencillo. Caminaba por aquel tramo de acera y comprobé que mi minoría era capilar. Exagerando un poco, pero solo un poco, de las 10 o 12 personas -hombres- con las que me crucé, solo éramos tres o cuatro los que llevábamos sobre la cabeza una relativa cantidad de pelo.

Los otros, o tenían el cráneo rasurado o, por contraste, llevaban una cabellera que bajaba del cráneo, les tapaba las orejas y a algunos les colgaba sobre los hombros. Yo aún conservo algunos cabellos -me van abandonando poco a poco pero con terquedad- y me he visto insignificante y anticuado en medio de cráneos afeitados y melenas que parecen cortinas.

Ignoro si el despoblamiento de la cabeza se detendrá o, como es previsible, progresará hasta convertirme en un pelado involuntario, con cuatro cabellos supervivientes, lamentablemente antiestéticos. Ya se me han caído algunos dientes, pero la sustitución de los que he perdido por unos postizos no supone la modificación de mi aspecto. Porque los dientes, originales o adquiridos, suelen estar discretamente escondidos. El pelo, al contrario, forma parte de lo que llamamos imagen personal.Lo de la calvicie debe explicarse por la genética, porque mi padre y otros parientes también fueron perdiendo cabello, y curiosamente el proceso se detuvo antes de llegar a la categoría de 'pelados'.

Tiempo atrás, los reyes y los ciudadanos importantes se ponían peluca -a veces espectaculares- para evitar una imagen se decadencia. Según la Biblia, Sansón perdió su fuerza cuando Dalila le cortó el pelo. Curiosamente, hoy muchos luchadores de judo combaten con la cabeza afeitada. ¿Y cuántas veces hemos dicho que el Barça ha ganado un partido por los pelos?