Estamos en Primera, Joan; ahora sí

Han pasado muchos años y hoy los recuerdos se empeñan en agruparse en una ceremonia de nostalgia y, al mismo tiempo, en un ritual gozoso

Las gradas de Montilivi, en el partido de este domingo ante el Zaragoza.

Las gradas de Montilivi, en el partido de este domingo ante el Zaragoza. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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He escrito este artículo muchas veces. Como mínimo, las tres veces que el Girona estuvo a punto de subir a Primera y no lo consiguió. En aquellos artículos, que son un solo artículo, hablaba de la presencia de los muertos, de las emociones de los vivos. Salían mi padre, que me acompañaba al antiguo campo de Vista Alegre y con quien solo celebramos un título, que yo recuerde, el del Trofeo Moscardó, en los años 60; mi tío Félix Farró, que fue un mito y el primer defensa central del Girona, en los años 30, y durante 16 temporadas; y, sobre todo, mi hijo Joan. No me puedo sacar de la cabeza, hoy también, una imagen suya, cabizbajo, envolviendo el llanto con la bandera, sereno y desolado, la tarde del 7 de junio del 2015, cuando el Girona dejó escapar el ascenso en el último segundo por culpa de un gol del Lugo.

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Este domingo, nos hemos despedido con un "nos vemos en Primera", que a la vez funciona como deseo y como conjuro. Esta vez ha ido de verdad y, al fin, puedo escribir una crónica victoriosa, con el deseo de abrazarlo cuando nos volvamos a ver y con el llanto (el mío, ahora) a punto de ser ofrecido al altar de los dioses lares. Los que llevaban la frente vendada tras choques homéricos y los que cada domingo que tocaba, fuese en Preferente, en Primera Catalana o en Tercera, en el fondo del pozo, me llevaban a Montilivi.

LA TEORÍA DEL CAMELLO

Un 4 de junio murió Josep Carner, el poeta. Y Joan Ferraté hablaba de él y decía que la faz del paraíso se había convertido en una mueca. Otro 4 de junio hemos dejado atrás todas las muecas (¡cuatro en cinco años dolorosos!) y hemos emprendido el camino del paraíso de Primera. "Hace mucho que soñamos, ¡pero hoy será diferente! ¡Lo haremos!". Me lo decía Àlex Granell a las cuatro de una tarde tormentosa. La tormenta perfecta. Y lo han hecho. Con la constancia del camello. La teoría del camello, sí. La joroba es su depósito de grasa para cuando llegan los días sin comer ni beber. Como los puntos que consiguió el Girona en una racha que, desde el 20 de noviembre, le ha mantenido en la segunda posición a pesar de la travesía del desierto de los últimos domingos. Y lo han hecho. Una plantilla de todas partes, con un entrenador soriano (discreto, sobrio) y con varios jugadores a los que puedes animar por su nombre, como si fueran parientes cercanos. Pere (Pons), Eloi (Amagat), Àlex (Granell) o Sebas (Coris) son futbolistas a los que ves atravesando un semáforo, caminando por las calles de Tossa o comiendo en el Siloc, un restaurante que está en la carretera de Els Àngels.

Por cierto, poca gente sabe que la Mare de Déu dels Àngels es la patrona de la ciudad. San Narciso es más famoso. En sus gozos se canta: "A cualquier daño dadnos remedio". Hay que decir que la Virgen ha tardado, pero al fin ha cedido a las oraciones. También debe haber colaborado el optimismo del segundo entrenador, Jordi Guerrero, que es de Arbúcies, con el hashtag #paps. Quiere decir "pujarem a Primera segur". Han pasado muchos años y hoy los recuerdos se empeñan en agruparse en una ceremonia de nostalgia y, al mismo tiempo, en un ritual gozoso. Padre, Félix, estamos en Primera. Estamos en Primera, Joan. Ahora sí.