El efecto de la crisis en Catalunya

Estado del bienestar, salud y soberanía

El impulso de las políticas sociales debe intentar acabar con las desigualdades, la nueva pobreza y el deterioro del ascensor social

ENRIC MARÍN

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El Estado del bienestar catalán es una realidad reciente, construida sobre bases relativamente frágiles. Todo Estado del bienestar se sostiene sobre cuatro columnas: sanidad, educación, cultura y el binomio seguridad-justicia. La prolongada crisis de los últimos años ha puesto a prueba su solidez en toda la UE, pero en el caso catalán de manera específica. En primer lugar, porque en el contexto del Estado español la manera de afrontar la crisis ha sido proceder a lo que con eufemismo piadoso se llama fuerte devaluación interna. Y, en segundo lugar, por la reducción drástica e injusta de las disponibilidades financieras de la Generalitat. La suma de estos dos factores ha sometido a la sociedad catalana a una tensión difícil de soportar en un contexto de crisis institucional, corrupción sistémica y áspera recentralización estatal.

Cuando apenas parece que amaina la tormenta, el paisaje no es dantesco, pero sí inquietante. En cuanto a la cultura, el indicador más visible es el estado de las industrias culturales. En los países de tradición más democrática el motor del sector es el servicio público audiovisual. Por eso la drástica reducción presupuestaria de la CCMA está teniendo efectos negativos sobre las audiencias de TV-3 y Catalunya Ràdio y sobre la vitalidad de la industria audiovisual en su conjunto. Si fijamos la atención en la justicia, la subsistémica justicia catalana sufre patologías similares a las de la española, y la crisis las ha agravado. En cuanto al modelo policial, los últimos 10 años no han significado ningún avance sustancial. Más bien un cierto descrédito no solo atribuible a las dificultades económicas.

EL MODELO EDUCATIVO CATALÁN

Nos quedan los ámbitos que absorben más presupuesto público y que son percibidos como los básicos de todas las políticas sociales: educación y salud. Desde la educación infantil a la universitaria, el modelo catalán era un modelo de éxito, pero incompleto y afectado por desequilibrios. Los recortes no la han desguazado, pero sí precarizado y han bloqueado un necesario progreso hacia la excelencia. Finalmente, con respecto al sistema sanitario, podemos afirmar de forma rotunda que hemos disfrutado de un modelo de éxito. Uno de los más avanzados del mundo, con un grado de calidad muy alto, y con una óptima relación eficiencia/inversión en términos comparativos.

Pero también en este caso la caída de la inversión pública ha afectado a la prestación del servicio. Y aquí es donde más evidente se ha hecho para la población la amenaza para el sostén del Estado del bienestar. Al fin y al cabo se trata de un tema tan sensible como la salud, que afecta directamente a toda la población sin exclusión.

CRECIMIENTO DE LAS DESIGUALDADES Y LA POBREZA

El resultado de la suma de la precariedad laboral y de este retroceso o paralización de las políticas sociales era previsible y se concreta en tres hechos altamente preocupantes: crecimiento de las dualidades y desigualdades sociales, nueva pobreza y deterioro del ascensor social. En el corto plazo, para una administración falta de soberanía financiera la situación solo se puede afrontar asumiendo cuatro compromisos: máxima sensibilidad social en la priorización presupuestaria, transparencia informativa, gestión rigurosa y definición de un plan estratégico de impulso de las políticas sociales. Es cierto, sin embargo, que en el caso de Catalunya, sin soberanía fiscal y política, estos compromisos no pueden garantizar resultados plenamente satisfactorios. Pero, al menos, sí permiten unos mínimos innegociables y crear las condiciones de consolidación del Estado del bienestar. No es poco.

Por eso creo que hay que reconocer la orientación política de los nuevos responsables de la Conselleria de Salut en estos primeros meses de gestión. Las señales son nítidamente positivas, aunque el punto de partida no es fácil por las precariedades financieras no aligeradas por la falta de nuevo presupuesto, las listas de espera acaecidas símbolo del retroceso de las políticas sociales y la incapacidad para explicar que la contracción del presupuesto era inevitable.

El elogio de la austeridad, con el aval del PP, entre el 2010 y el 2012 fue letal. Por eso ahora es tan importante la combinación de transparencia informativa y rigor en la gestión. Se puede entender que no haya suficiente dinero para reducir de forma sensible las listas o para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores públicos, pero debe quedar claro que el esfuerzo presupuestario es máximo, que ni un solo céntimo público servirá para financiar al sector privado. Y que existe la voluntad política de recuperar el papel de la atención primaria y comunitaria como eje vertebrador del sistema sanitario, garantizando el pleno acceso universal. También de renovar el impulso para la investigación y la innovación en salud. Nos jugamos la cohesión social.