'Esta es su vida' en Bayreuth

'Siegfried' y 'El ocaso de los dioses' representados en el Festival de Bayreuth constituyen un recorrido por la geografía personal del director de escena Frank Castorf

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ROSA MASSAGUÉ

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Esta es su vida. La del director de escena Frank Castorf que nos la explica en 'Siegfried' y en 'El ocaso de los dioses'Siegfried' y en 'El ocaso de los dioses', las dos últimas jornadas de 'El anillo del nibelungo' que se representan en el Festival de Bayreuth.

No es que Castorf haya abandonado el tema del poder con el petróleo como el centro en torno al que gravita todo. En 'Siegfried' seguimos viendo la degradación que causa la ambición de poseer el oro negro, pero el director de escena lo presenta desde de su geografía personal.

Nacido en la Alemania Oriental, allí trabajó hasta la caída del muro de Berlín lo que no significa que no tuviera problemas con las autoridades comunistas. Su espíritu crítico y transgresor le acarrearon numerosas dificultades en la República Democrática Alemana (RDA). Con el país unificado sus obras se representaron en todo el país. Desde 1992 dirige la Volksbühne, uno de los escenarios teatrales de mayor prestigio en Alemania, cargo que deberá abandonar en el 2017.

En 'La valquiria' ya habíamos visto la Alexanderplatz de Berlín, un lugar que en 'Siegfried' adquiere un gran protagonismo. La impresionante escenografía que firma Aleksandar Denic está montada sobre una plataforma circular. La transición que va desde la montaña con las caras de los dirigentes comunistas esculpidas a la célebre plaza berlinesa pasa por un eje en el que hay un gran letrero luminoso en el que se lee Minol, el nombre de la compañía que tenía el monopolio de la distribución de carburantes y lubricantes en la RDA (para entendernos, como Campsa en el franquismo). Esta es la clave de lo que viene a continuación en 'Siegfried'.

Castorf y Denic, recrean fielmente aquella RDA que parecía más poderosa económicamente que la propia Unión Soviética, un poderío que quedaba reflejado en el llamado Reloj del Mundo con todas las diferencias horarias, coronado por el esquema giratorio del átomo, la otra gran fuente de energía, en aquella célebre plaza. Lo vemos reproducido fielmente en el decorado, frente a las escaleras que llevan a la estación en superficie del metro con el edificio años 50 al lado o con la entonces modernísima marquesina acabada en punta como si fuera un modelo de papiroflexia.

También el pájaro que advierte a Siegfried del peligro que corre y después le indica a dónde tiene que dirigirse es aquí una clave de aquella RDA. Con su espectacular plumaje no hace más que reproducir a una vedete del teatro de revista Friedrichstadpalast de la época.

En 'El ocaso de  los dioses' Castorf pone la conjura de Hagen, Gunther y Brünhilde para matar a Siegfried en las dependencias de la fábrica VEB Chemische Werke Buna, de Schkopau (Sajonia-Anhalt), que era el mayor fabricante mundial de carburos y después produciría plásticos y elastómeros. El problema que tiene esta geografía personal es que plantea numerosas dificultades de comprensión para los espectadores que no son alemanes. 

Resumiendo, el oro negro ha matado al comunismo que sería un Siegfried que debe salvar a la humanidad. Ahora el poder, el anillo. está en el capitalismo de Wall Street. Parece que Brünhilde vaya a inmolarse en aquella calle neoyorquina frente a la bolsa. Derrama gasolina alrededor del edificio pero no enciende la cerilla. El anillo no vuelve al Rin. Acaba en un fuego que calienta a indigentes en la calle. Al igual que todas las escenas de gran contenido dramático que escribió Wagner, la de la inmolación de Brünhilde ni se ve.

Nuevamente Kirill Petrenko llevó a la orquesta del festival a unas cotas elevadísimas. Todo encajaba. También las voces dieron lo mejor. Lo dicho en la anterior crónica acerca de los cantantes vale también en este caso. Wolfgang Koch (Wanderer), Catherine Foster (Brünhilde), Albert Dohmen (Alberich), Andreas Conrad (Mime), Andreas Hörl (Fafner) y Nadine Weissmann (Erda) hicieron muy buenas interpretaciones. Lo mismo que Mirella Hagen cantando el papel del pajarito aunque su voz sigue tendiendo al grito.Y claro está, la presencia de un Stefan Vinke en plenitud, en sustitución de un agotado Lance Ryan, ha dado un nuevo impulso a estas dos obras. En 'El ocaso de los dioses', el bajo Stephan Milling  interpretando el papel del malvado Hagen (esta vez sin cresta punk) resultó extraordinario, y muy correctos Allison Oakes como Gutrune y Alejandro Marco-Buhrmester en el papel del pusilánime Gunther.

Al final de todo el ciclo, el 1 de agosto, Castorf se llevó uno de los más sonoros abucheos oídos en Bayreuth en los últimos años, comparable quizá al de 'Parsifal' que había dirigido el malogrado Christoph Schlingensief en el 2004. Castorf y su equipo aguantaron impertérritos la bronca con el visible ánimo de seguir provocando más abucheos que competían con numerosos aplausos. En el programa de mano se reproduce un artículo de Mijail Bakunin, compañero de Wagner en los tiempos revolucionarios de mitad del XIX, sobre los principios de la revolución en el que el anarquista escribe: "Su opinión no nos importa para nada". Y esto es lo que debe pensar Castorf.

En los tres años en que se está representando este 'Anillo' se ha escrito mucho sobre esta producción. Casi siempre en contra. Pero no se puede negar que Castorf construye un gran espectáculo teatral. Y, después de todo, como escribía en 1853 el propio Wagner a August Röckel, otro cabecilla en el Dresde revolucionario: "¿Cómo puede un artista esperar que sus percepciones intuitivas puedan ser realizadas por otros de manera perfecta si él mismo, en presencia de su obra (siempre que esta sea arte auténtico) siente que se enfrenta a un enigma sobre el que puede crearse ilusiones como cualquier otra persona?" Pues eso.