La rueda

¿Se está cayendo el sistema?

CARLOS ELORDI

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El descubrimiento de las tarjetas opacas ha desatado una nueva oleada de indignación popular contra el sistema de poder político y económico surgido de la transición. No terminará en cataclismo porque los personajes afectados ya se habían caído hace tiempo del olimpo y porque sus abogados pueden sacarlos prácticamente ilesos del entuerto. Pero supone un nuevo golpe, y no pequeño, para quienes pretenden salvar ese sistema modificándolo en la menor medida posible.

El poder político español afronta hoy serios problemas de supervivencia. La corrupción lo debilita por dentro, porque la necesidad de escapar de los tribunales rompe alianzas largamente tejidas. Y por fuera. Por el rechazo que provoca en la gente y la desconfianza que genera en el exterior, del que tanto depende el futuro de España.

La estructura del Estado

El devenir de la economía agrava esas dificultades y puede hacerlo aún más si el reciente susto de los mercados se convierte en algo bastante más serio. Más allá de sus últimos avatares, todo indica que la crisis catalana seguirá poniendo en cuestión la sostenibilidad de la estructura del Estado. Y la desastrosa situación de buena parte de las demás autonomías, cada  vez más inquietante aunque no se hable de ella, la hace aún más incierta.

Una eficaz campaña de imagen ha aparcado el problema de la Casa Real y de la monarquía. Pero es muy probable que el juicio contra Urdangarín -¿y la infanta Cristina?- lo replanteen con toda su crudeza. Las demás instituciones, empezando por el Parlamento y el Constitucional, están muy tocadas y no parece que puedan revivir.

Pero la historia enseña que los sistemas no se caen por sí solos sino que hay que tirarlos. Desde dentro, como en la Italia de los 90. O desde fuera. Hoy por hoy, solo Podemos se apunta a la tarea. Y no parece suficiente.