La rueda

Espriu para entenderlo

RAMON FOLCH

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«En la tertulia de su padre con el cura, el médico y otros amigos del pueblo, descubrió un pasado, heroico y a la par grotesco, sobre el que construyó el mito de Sinera», se explica en la exposición He mirat aquesta terra, sobre la vida y la obra de Salvador Espriu, exhibida en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona. Resulta revelador. No es que Sinera (Arenys escrito al revés) sea un nombre ocurrente para una historia inventada: es el título notarial de una crónica vivida. La exposición lo pone de manifiesto.

Los escritores tienen menos imaginación de lo que parece. A menudo reelaboran literariamente cosas que han visto o vivido. Los universos literarios, tan fascinantes, suelen ser simples recreaciones. Pero el lector no lo sabe. Y, dado que la realidad supera casi siempre a la ficción, queda deslumbrado por la creatividad de los autores. Que es real, desde luego, pero más como relato construido que como argumento imaginado.

Los niños no participan ahora de las conversaciones de los adultos. Antaño, pasaban horas escuchando y callando mientras hablaban los mayores. Ahora, estos tampoco conversan mucho entre sí. La televisión, internet y los móviles les abducen. Aquellas largas tertulias en que todo se revisaba una y mil veces desaparecieron. Yo viví la guerra de tanto oirla explicar en familia durante la posguerra.

El caso es que el Arenys del notario Espriu se convirtió en la Catalunya dolorosa de su hijo escritor. Algo así como una eponímia nacional. Pareció que los vientos del siglo XXI habían borrado aquella «ombra viatgera d'un núvol i el lent record dels dies que són passats per sempre». Pero no. Espriu es un clásico fundamental que cabalga por encima de críticas mediocres. He mirat aquesta terra contribuye a rescatarlo en el año de su centenario. Vayan a verla. ¡Y feliz año!