Esperanzas falsas

(Un grupo de manteros extienden sus sábanas en las que  muestran al paseante su s productos en el paseo Joan de Borbó. De pronto una señal de huida puede desmontar el inmenso y marítimo zoco callejero).

Extienden las mantas, a lo largo de la avenida, cerca del mar, paralelas a la costa, como débiles baluartes, naipes que se deshacen en inestable equilibrio. Al vuelo, esas mantas se convierten en alfombras voladoras e huidizas, que desaparecen sin dejar rastro. Entonces, lo que era abigarrada presencia de zapatillas, bolsos, pañuelos y relojes, una especie de mosaico multicolor, un zoco sin orden ni concierto pero con reglas estrictas, las de la calle, se escurre hacia las bocas del metro o se deshace entre la piel enrojecida de los turistas.

Esto es un escenario y aquí, en la ciudad, se representa la obra. Es una pieza coral en la que intervienen los manteros senegaleses (la mayoría lo son), la policía, los vecinos, los comerciantes, los compradores que quieren un Hermès a precio de saldo, asociaciones diversas, hoteleros y políticos. A veces es un vodevil, a veces un drama. Pero aquí, en la avenida, cerca del mar, no habita la sordidez, sino que vive en los almacenes donde se forja el engaño que permite, a algunos, malvivir y, a otros, escondidos tras la maraña de contenedores y redes ilícitas, pescar en las aguas revueltas. Estos están a buen recaudo, protegidos de las inclemencias del ambiente, de la dureza del asfalto, del sol ardiente del verano. Extendidos sobre las mantas, bolsos falsos, falsos relojes. Esperanzas falsas.

Un grupo de manteros extienden sus sábanas en las que muestran al paseante su s productos en el paseo Joan de Borbó. De pronto una señal de huida puede desmontar el inmenso y marítimo zoco callejero .