ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Esperando a los mecenas

DAVID TRUEBA

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Nada más llegar al poder el nuevo gobierno español nos desveló que sus planes culturales pasaban por poner en marcha unaley de mecenazgo. Los ciudadanos, tan crédulos como deseosos de que al gobierno le salgan bien las cosas, concedimos un margen de espera anhelante. El mecenazgo contiene un absurdo dialéctico en su interior: el Estado anuncia que libera de su manaza intervencionista a muchas disciplinas artísticas y propicia un panorama fiscal muy atrayente para los inversores privados, mientras le vende al ciudadano de a pie la idea de que ahorrará su dinero. Pero eso no es del todo cierto, porque el mecenazgo es renunciar a ingresos por impuestos a cambio de que ese dinero termine en iniciativas culturales. La base de suéxito popular reside en que el dinero gastado en la cultura hace mucho tiempo que para una gran parte de la población resulta un dinero malgastado, porque nadie ha querido hacer la pedagogía necesaria para entender del todo ese negocio.

El mecenazgo es una de las instituciones fundamentales del Estado norteamericano, pero eso no significa que eluda su responsabilidad como país a la hora de proteger sus industrias culturales, su patrimonio artístico ni sus líneas de investigación científica. Desde los tiempos de Roosevelt, Norteamérica tiene muy claras las líneas de inversión estatal en cultura y artes, con instituciones que muchos neoliberales europeos se esmeran por esconder en sus discursos darwinistas. Se propicia así una mentira en exportación que resulta bien dañina para nuestro continente, pero que EE UU celebra porque significa la pata necesaria para su explotación del mercado cultural y de ocio europeo. Aquí el mecenazgo se vendió como una panacea, la cultura que la paguen los ricos y así el Estado podrá dedicarse a las cosas que de verdad importan, digamos, por ejemplo,sanidad yeducación, que siempre suena bien defenderlas en los discursos.

Pero la ley de mecenazgo no llega. Hacienda, encabezada por uno de los personajes más estridentes de la democracia española, frena su diseño fiscal. Si llegara tampoco significaría una revolución. El mecenazgo elude el arte con filo, al artista problemático, arriesgado, polémico. Casi siempre se inclina por el arte de los muertos, que ya no dan problemas, y las instituciones de relumbrón. Jamás la cultura de la calle. Pero sería bienvenido pese a todo. Digamos una verdad a voces: el mecenazgo en España hace tiempo que se ha limitado, según sabemos por varios casos judiciales, a propuestas deportivas yfundaciones de partidos políticos. Ahí las empresas son obligadas a participar, con desvío de fondos muchas veces tan asombrosos como indignantes. Esos mecenas forzados obtienen a cambio contratas del Estado. No sabemos si encontrarán intereses artísticos que impulsar si llegara la nueva ley. Ojalá que así sea. Por ahora los mecenas españoles lo que han pagado son retiros políticos dorados en sus consejos de administración, alguna vida disipada de la aristocracia patriota y varias campañas electorales de partidos con opciones de gobernar. Así que seguiremosesperando a Godot S.A., ese gran mecenas que va a solventar la orfandad de los artistas españoles, algo que se remonta varios siglos atrás.