EL CUERNO DEL CRUASÁN

Esperando a los bárbaros

Al acercarse el 9-N la idea de desobediencia civil ha entrado en el vocabulario

JORDI PUNTÍ

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El éxito de la manifestación en forma de 'V' multitudinaria, añadido a la caja de resonancia internacional, ha acortado varios pasos el camino hacia la consulta. La respuesta inmovilista del Gobierno de Madrid puede hacernos pensar que todo sigue igual, y que cualquier opción pasa por la legalidad constitucional, bla, bla, bla (bostezo), pero en el fondo sí se ha movido algo. Por debajo de su actitud festiva, los manifestantes han empezado a impregnarse del concepto de desobediencia civil. Si repasamos los periódicos de hace un año, de hace dos, veremos que nadie hablaba de desobediencia. Quizá sea porque se trata de una actitud más individual que no colectiva, no muy 'family friendly', y porque al mismo tiempo el Gobierno catalán ha insistido siempre en la legalidad del proceso. Al acercarse el 9-N, la desobediencia ha entrado en el vocabulario necesario para respaldar las decisiones que adopte el Parlament de Catalunya.

No sé si todos los participantes en la manifestación entenderán de la misma forma lo que significa la desobediencia civil, pero es probable que los 56 días que faltan para la fecha clave se conviertan también en un debate sobre los límites de esa actitud. De hecho, el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, ya ha recordado estos días que hay un Código Penal que se activará en el momento en que se cruce la raya. A pesar de todo, yo no me creo que esa sea la única respuesta de Mariano Rajoy, como quien se parapeta tras los muros del castillo a esperar a los bárbaros. Hemos leído los libros necesarios, nos reímos con los entresijos de 'Sí, ministre' y nos hemos tragado las siete temporadas de 'El ala oeste de la Casa Blanca'. Sabemos descifrar, pues, los gestos, las palabras y las manipulaciones. La monotemática prensa de Madrid, el desprecio abúlico de Sánchez-Camacho, el entusiasmo alucinado de los Marhuenda. Lo hemos visto todo. La desobediencia civil es una reacción que parece buscada, y todo indica que la actitud de Rajoy no es solo pasiva, sino pasivo-agresiva. Alguien de confianza debería decirle que se lo haga mirar.