A la espera del cisne negro

"A lo largo de la historia se han producido acontecimientos muy impactantes, sorprendentes, de consecuencias impredecibles, que han ocasionado giros copernicanos en el desarrollo político y económico de amplísimos sectores de población"

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ANDREU FARRÀS

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Hasta el siglo XVIII, en el Viejo Mundo, la gente cultivada decía que una situación o cosa era tan improbable y extraña como un “cisne negro”. Porque en el orbe conocido hasta entonces los cisnes siempre eran blancos. Hasta que en 1697 una expedición holandesa al río Swan descubrió una abundante población de cisnes negros en Australia occidental. Desde entonces, el término se ha usado como metáfora de que algo que consideraba imposible --‘rara avis’-- podía ser refutada por la realidad más tarde.

Hace pocos años, el ensayista y experto en finanzas estadounidense Nassim Nicholas Taleb usó el término en su obra ‘El impacto de lo altamente improbable’ (Paidós) para desarrollar la teoría del cisne negro. A grandes rasgos, Taleb sostiene que a lo largo de la historia se producen acontecimientos que constituyen una sorpresa para el común de los contemporáneos y producen un gran impacto en la sociedad de la época, que luego los racionaliza con retrospección (echando la vista atrás) dado que no habían sido previstos en su momento por los responsables de la prospectiva.

Grandes descubrimientos científicos, hitos históricos y logros artísticos han sido impactantes, sorprendentes y cruciales cisnes negros en su momento. En los últimos dos siglos, han sido cisnes negros: el estallido de la primera guerra mundial, el ascenso de Hitler, el ordenador personal, internet, los ataques del 11-S, la caída de Lehman Brothers...

Dicen los propios economistas de sí mismos que se pasan media vida efectuando previsiones y la otra media revisando por qué no han acertado en ninguna de ellas. La crítica podría extenderse a muchas otras especialidades. Como experto en economía financiera, a Taleb le preocupa que bancos y empresas comerciales sean muy vulnerables a los acontecimientos ‘cisne negro’ y se expongan a más pérdidas por culpa de pronósticos realizados con modelos de previsión defectuosos. Y lo mismo podría decirse de las sociedades en general.

A lo largo de la historia se han producido acontecimientos muy impactantes, sorprendentes, de consecuencias impredecibles, que han ocasionado giros copernicanos en el desarrollo político y económico de amplísimos sectores de población. En su momento, nadie o muy pocas personas advirtieron sobre aquellas posibilidades. Pero una vez materializadas –el ascenso de Hitler, el ataque a las Torres Gemelas, el estallido de la burbuja inmobiliaria—, aparecieron como setas presuntos y reales pronosticadores de estos desastres, que hasta entonces habían sido marginados por traer mal fario. Como dicen en Wall Street, “nadie quiere que le quiten el ponche en mitad de la fiesta”.

La parálisis social, económica y política de España Catalunya –y las envenenadas relaciones de Catalunya con el resto de España— no permiten presagiar demasiados cambios positivos en los próximos meses, si analizamos las múltiples caras de la coyuntura con racionalidad. Sin caer en la artificiosa e interesada euforia de Montoro, Guindos y Puig pero tampoco en el ‘niñobecerrismo’ apocalíptico, se dan pocos indicios para pensar que en los próximos trimestres mejorarán las condiciones de vida de los españoles (y menos tras conocer la letra pequeña de los Presupuestos del Estado del 2014). No hay buenos augurios porque, como dice Taleb, “no hay nada en el pasado que puede apuntar de manera convincente a su posibilidad”.

Paro, corrupción, descrédito de la política y los políticos, desprestigio de las instituciones del Estado con sus representantes aferrados a las poltronas, desconfianza, despilfarro de las élites extractivas, desarticulación del Estado del bienestar, empobrecimiento constante de asalariados y pensionistas, privatización de la sanidad, fracaso y desmoralización en las aulas, desprecio gubernamental por la cultura y la investigación científica, aumento de las desigualdades sociales, impunidad de los defraudadores,...

Y en Catalunya, además, un extendido sentimiento de desafección hacia la ‘marca España’, que ha aumentado exponencialmente desde la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut (2010) y por la incesante campaña catalanófoba de la derecha mediática y no pocos dirigentes del PP y el PSOE. La solución propuesta por los soberanistas hace que cada día que pasa sea más difícil la vuelta atrás sin una enorme frustración. Para los apóstoles independentistas, se ha llegado a un punto de no retorno. Para quienes rechazan incluso la consulta, los secesionistas se han metido en un callejón sin salida. Y el bucle alimentado por ambos bandos puede durar años.

El sombrío panorama socieconómico de España y Catalunya no varía desde hace un lustro sino es a peor. Si aparece el cisne negro que lo voltee “de forma inesperada, altamente impactante y con consecuencias imprevisibles” lo llevará a cabo de modo sorprendente y atípico, por propia definición. Pero, al menos, las muchas razones que explicarán su llegada –si llega— ya habrán sido reiteradamente enumeradas.

@afarrasc