Al contrataque

Espejos y espejismos

Aquí casi nadie juega limpio. Ni los que se quieren saltar la ley ni los que la quieren utilizar para no tener que escuchar a una parte de la ciudadanía

Manel Fuentes

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La realidad política es muy dura. Rozando la quiebra técnica con una deuda de casi el cien por cien del Producto Interior Bruto, hablar de la independencia económica resulta complicado. Nos encontramos en manos de nuestros deudores y aquí parece que no haya padrenuestro que valga. La consecuencia más inmediata de ello es que cada vez somos menos dueños de nuestros servicios públicos, que se nos van de las manos de tijeretazo en tijeretazo.

Nuestros políticos, en Madrid y en Barcelona, no han querido poner ahí el foco a riesgo de que aparecieran sus sombras proyectadas hacia el pasado, y en Catalunya la voluntad de hacer una consulta el próximo 9 de noviembre ha sido el mantra que ha logrado sustentar los sueños de muchos y el status quo de unos cuantos. Nos ha mantenido expectantes. Ha generado un espejismo que nos ayuda a seguir andando por el desierto.

Como dice Germà Bel, en ocasiones el que se considera víctima se cree que no tiene que ser responsable, con lo que los espejos culpabilizadores siempre los encaramos hacia el adversario y los que proyectan el ideal soñado nunca consiguen ceñirse a nuestra realidad.

La historia del Reino Unido -y el reciente capítulo del referéndum escocés- no es la nuestra. Allí desde siempre se entendió que en el país había varias naciones. Y Londres aceptó el reto, porque las reglas se lo permitían. Y David Cameron fue valiente, porque abrirse a la posibilidad de cambio implica superar miedos y genera tensiones, pero actuando con convicción y honestidad el primer ministro ha salido reforzado. Y el escocés Alex Salmond ha sabido dimitir con gran dignidad e irse a casa tras conocer los resultados. Esto aquí, ni en nuestra historia, ni en nuestros distintos gobiernos, no pasa. Ni por asomo.

Jugar limpio

Aquí casi nadie juega limpio. Ni los que se quieren saltar la ley ni los que la quieren utilizar para no tener que escuchar a una parte de la ciudadanía. La palabra clave es miedo. Miedo a escuchar. Sin darse cuenta de que quien no escucha, pierde siempre. Pierde ante el que se queja por los recortes, ante el que está harto de tanta estafa y corrupción, ante el que denuncia la connivencia perversa entre el poder privado y el público, y también ante el que esperaba otro trato de Madrid.

Catalunya se expresará en las urnas. Si no es en una consulta, será en unas elecciones configurando un nuevo Parlament, que puede dar pie a otro espejismo.

Sería mejor que nadie rehuyera a su propio espejo, y unos entendieran el malestar de gran parte de los catalanes e hicieran algo al respecto, y los otros asumieran sus sucesivas malas gestiones aceptando también su parte de culpa en este malestar general.