Análisis

España se tiñe de rojo y morado

JOAQUIM COLL

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Lo explicaba ayer Antón Losada en su Guía para saber quién gana, no permitan que les mareen con demasiados porcentajes. Es verdad que analizar al mismo tiempo las elecciones en más de 8.000 municipios y 13 autonomías es enormemente complejo, pues es fácil perderse en mil detalles. Por eso, nada mejor que comparar los resultados con las expectativas anunciadas para saber quién gana o sale mejor librado. Pero antes recapitulemos el punto de partida. En el 2011, el mapa español pasó a ser prácticamente monocolor. El empate entorno al 34% de los sufragios en el que situaban PP y PSOE desde 1999, se quebró a favor de los populares, que sacaron 10 puntos de ventaja. Los socialistas cayeron hasta el 27%, solo ganaron en seis provincias y conservaron únicamente ocho capitales o ciudades de más de 250.000 habitantes de un total de 55 (tres catalanas, por cierto). El poder autonómico pasó también a manos de los populares en toda España, excepto en Navarra y Asturias. El partido de Rajoy obtuvo una hegemonía nunca vista, prolegómeno de su mayoría absoluta en las generales.

Este domingo todo el mundo daba por descontado que el mapa iba a sufrir variaciones sustanciales e incluso alguna convulsión local, la duda era con qué intensidad. La fuerza de la entrada de Podemos (con sus marcas afines en las grandes ciudades de Madrid, Barcelona o Zaragoza) y Ciudadanos era incierta. De entrada se examinaba el bipartidismo de populares y socialistas, cuyo fin muchos anunciaban. Su supervivencia se cifraba en el 50%, por debajo del cual entraríamos en un escenario de cuatripartidismo incierto cara a las generales. Finalmente, PP y PSOE logran cosechar algo más de la mitad de los votos. El bipartidismo tradicional aguanta muy justito, pero suficiente para prever que las siglas de Pablo Iglesias y Albert Rivera, respectivamente, no serán fuerzas centrales sino complementarias en noviembre.

Pero el PP daba por descontado que sacaría una ventaja considerable al PSOE. Era un dato que medía hasta qué punto las elecciones podían ser interpretadas como un serio aviso a Rajoy. El resultado final es demoledor para el Gobierno. Los socialistas quedan terceros tras Podemos en algunos capitales, pero aguantan globalmente, mientras los populares se descalabran más de diez puntos. Desde hoy mismo, Pedro Sánchez podrá afirmar que la victoria en las generales no es ninguna quimera. Los resultados de Podemos y Ciudadanos, siendo muy buenos, son insuficientes para cuestionar el bipartidismo.

A nivel autonómico, el PP sufre un hundimiento considerable, no previsto en sus expectativas. No logra ninguna mayoría absoluta y va a perder no solo Extremadura, sino probablemente Canarias, Castilla-La Mancha, Aragón y los feudos históricos de Madrid y Valencia. En ambos, puede que por partida doble, comunidad y ayuntamiento. También bastantes diputaciones. Los acuerdos previsibles entre PSOE y Podemos (en Valencia con Compromís) van a teñir de rojo y morado un mapa autonómico y municipal que antes era soporíferamente azul.