LA CLAVE

España en el limbo

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ALBERT SÁEZ

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La cuestión territorial produce tanto pánico en ciertos ámbitos ideológicos que han conseguido esclerotizar la Constitución. Aún está pendiente de resolución el tema de la discriminación de las mujeres en la sucesión monárquica, sin ir más lejos. Estos días palpamos como las urgencias, las impericias y la falta de tradición convierten en una tortura el camino a la investidura de un nuevo presidente del Gobierno.

Con la Constitución en la mano, si Rajoy cumpliera con su amenaza de no presentarse al pleno del Congreso a pesar del encargo que tiene del Rey, estaríamos exactamente en el medio del limbo. Especialmente si, de manera comprensible, Pedro Sánchez no se vuelve a sacrificar con otro intento fallido. Así las cosas, si nadie se presta a inmolarse, el plazo para repetir las elecciones no empieza a contar. De manera que podríamos tener un Gobierno en funciones 'sine die' aunque sea menguante y llegue a tener los mínimos efectivos. Los libertarios de derechas y de izquierdas hace meses que se vanaglorian de esta proeza que para ellos demuestra la eineficacia de las instituciones. Pero no hay que ser un portento para entender que las urgencias europeas empiezan a ser acuciantes y en octubre serán ineludibles.

Claro que siempre podemos aplicar la nueva doctrina de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y considerar que la coherencia política y personal están por encima de la coherencia jurídica. Una suerte de yo me lo guiso y yo me lo como. Episodios como este deberían servir para entender la gravedad de la crisis institucional que vive este Estado desde hace unos años. Los acuerdos implícitos que servían a los integrantes del pacto constitucional para superar los vacíos legales se han roto al quedar superados por el cambio generacional y por la exigencia de una mayor calidad democrática.

Lo hemos visto en episodios tan diversos como la situación procesal de la hermana del Rey, la sentencia del Estatut catalán e incluso la sucesión entre Juan Carlos I y Felipe VI. Estamos ante una Constitución plagada de improvisaciones propias de una transición. Es el momento, se quiera o no, de reformarla para llenar las lagunas que tiene.