La clave
España, ese gran chiringuito
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Cuando parecía que todo lo que en este país podía estallar había estallado ya, el caso Gowex nos devuelve a la cruda realidad. Frente al pensamiento único que algunos tratan de inculcarnos a modo de lavado de cerebro, España no padece solo los efectos de una burbuja inmobiliaria de la que todos habríamos sido igualmente culpables; es, sigue siendo, un océano de pompas de jabón sustentadas en la mentira y en la ausencia de supervisión pública. O, si lo prefieren, un gran chiringuito que cuando no hincha la tasación de las viviendas para conceder hipotecas a granel maquilla las cuentas de una empresa con la connivencia (o merced a la negligencia) de la firma auditora.
Recordémoslo: el sistema financiero «más sólido del mundo», en palabras del presidente Zapatero luego corroboradas por el supervisor Fernández Ordóñez, colapsó por unos excesos (preferentemente, aunque no de forma exclusiva, de las cajas) frente a los que, según adujeron, nada pudieron hacer el Banco de España ni la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Si las culpables fueron autonomías, diputaciones o cámaras de comercio, ante nadie han rendido cuentas.
Varapalo a las pymes
Por medio de su consejero delegado, Jenaro García, Gowex, premiada por varios gobiernos y beneficiaria de avales públicos, ha admitido que falseó su contabilidad para lograr financiación. Resultado: la ruina de 5.000 pequeños inversores y el descrédito del Mercado Alternativo Bursátil (MAB), única alternativa de financiación para las empresas que, demasiado pequeñas para capitalizarse en el Ibex, están siendo víctimas de la sequía crediticia.
Lo grave no es tanto el fraude, una estafa piramidal como tantas otras ha habido, como la ausencia de garantías por parte del operador bursátil, la irrelevante supervisión de la CNMV y el más que discutible papel de las compañías auditoras. Una de dos: o bien no hemos aprendido las lecciones del crack del 2008, o bien el sector público y privado, incapaces de construir un sistema económico-financiero confiable, han abrazado el modelo del chiringuito de playa: sirve rápido, toma el dinero y corre.
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