La Clave
Y en eso llegó la UCO
No parece este un choriceo a la valenciana con personajes propios del mundo de la picaresca, sino un montaje mafioso de altos vuelos y muchos millones
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
Vivía Mariano Rajoy un momento dulce después de los sobresaltos del año pasado. La economía arrojaba algunos datos alentadores; la negociación para la aprobación de los Presupuestos caminaba por una senda razonable; el PSOE seguía metido en unas primarias a cara de perro, mientras Ciudadanos y Podemos perdían empuje, según las encuestas; el congreso del partido, sin la sombra de Aznar, había salido bien. En la Moncloa veían venir ya una legislatura más larga de lo previsto. Y en eso llegó la UCO.
La investigación ordenada por el juez Velasco a la unidad de la Guardia Civil y que ha conducido a prisión al expresidente de la comunidad de Madrid Ignacio González ha sido una bomba de consecuencias imprevisibles. Porque aunque el electorado de los populares ha demostrado sobradamente ser poco sensible a los escándalos de corrupción a la hora de emitir el voto, aquí se produce un efecto de acumulación que genera una verdadera alarma social.
Madrid, además, no es Valencia. En la capital del reino hay una presión mediática muy fuerte y la concentración de poder político y económico es tan alta que un caso como el del saqueo de la empresa pública Canal de Isabel II salpica a muchas empresas e instituciones. No parece este un choriceo a la valenciana con personajes propios del mundo de la picaresca, sino un montaje mafioso de altos vuelos y muchos millones de euros. Es imposible que Rajoy pueda mirar para otro lado, como hizo con otros desmanes. Y el caso mete más presión a partidos que, como el de Albert Rivera, prestan sus votos parlamentarios al Gobierno del PP.
EL PAPEL DE CIFUENTES
Tiene también Rajoy un condicionante añadido que le complicará la existencia. La nueva generación que ya manda en el PP parece mostrar menos tolerancia a los manejos sucios, a la financiación irregular y al tráfico de sobres y comisiones. Es el caso de Cristina Cifuentes, que, a diferencia de la inefable y aún concejala de Madrid Esperanza Aguirre, no está dispuesta a rodearse de personajes turbios como González, Granados o Correa. Vienen meses de emociones fuertes.
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