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Escucha

RISTO MEJIDE

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Escucha. Y no a mí, que lo que yo te diga ya ves que será siempre bastante irrelevante. Escucha tu entorno, escucha a tu alrededor. Escúchalo todo. Escúchalo bien. Porque lo que se te esta diciendo es clave para tu presente, tu futuro y tu supervivencia, que no es más que el paso fronterizo entre los dos anteriores.

Escucha. Es quizás el mejor consejo que alguien te podrá dar jamás. Escuchar es dejar que la vida te entre por todos y cada uno de tus sentidos. Escuchar es dejar de escucharse. Escuchar es dejar que tu cerebro respire. Abrir las ventanas de tu entendimiento para dejar que entre el aire fresco de las nuevas ideas. O de las buenas, que también las hay. Y claro que puede colarse algún bicho de tanto en tanto, pero para eso se inventó la indiferencia, que ya verás que si continúas con las ventanas abiertas, igual que vienen, se van.

Escucha y calla. Dos orejas por cada boca, recuérdalo, no es casualidad.

Escucha. Escucha. Escucha todo lo que se te dice. No hay libro, película o serie que no contenga al menos una delicia que llevarse a la boca, ni día del que no puedas sacar nada en claro, ni persona, por idiota que parezca, que no tenga algo que aportar. Y si te parece que no tiene interés, seguramente es porque tú no has sido capaz de encontrárselo.

No hagas un Mariano y escucha. Escucha. Escucha todo lo que se te dice. Pero también lo que no se te está diciendo. Porque está ahí. Entre líneas, entre silencios, entre miradas perdidas y entre la ausencia que dejan los que se van. No confundas lo que escuchas con lo que simplemente se te dice. Porque así, créeme que acabarás muy mal, o aún peor, de Presidente del Gobierno.

Deja de oír y escucha. Oír está sobrevalorado. Oír es de cobardes existenciales. Cuando oyes, todo es ruido de fondo y confusión. Colchón acústico que no hace más que molestar, distorsionar la realidad, que es nítida y que está ahí para quien la quiera escuchar. No me digas que hay exceso de información. Porque eso es existirse a granel. Cuánta realmente escuchas. Cuánta realmente conviertes en delicatessen y la acabas consumiendo como tal.

Por eso, no me seas sordo mental y escucha. Ése es el verdadero secreto del marketing. Y por tanto de las ventas. Y por tanto del deseo. Y por tanto de la necesidad. El mundo está lleno de cosas, grupos y personas que necesitan ser escuchadas. Lo están pidiendo a gritos, y el día que tú decidas escucharlas, seguramente te cambiará la vida. Unos lo llaman revelación, otros iluminación, la mujer de Nick Clegg y yo lo llamamos cojones.

Escucha los tres tipos de personas que se cruzarán en tu vida. Los que te ven como una amenaza. Los que te ven como una oportunidad. Y luego, por último, los que a lo mejor pueden brindarte una buena amistad. O no.

Escucha los dos tipos de proyectos que pondrás en marcha. Los que el resto del mundo necesita, y los que en realidad sólo necesitas tú.

Escucha lo que todos los mejores tienen en común: son capaces de anticiparse. Al rival, al mercado, a las necesidades del cliente. Todo porque escuchan antes que los demás. Todo porque un día aprendieron a escuchar.

Hace unos meses tuve el privilegio de empezar un programa de televisión en el que me siento sobre un sofá para escuchar a gente interesante. Y desde entonces, no sólo le he cogido el gusto a esto de escuchar. Es que además, me he vuelto un verdadero adicto.

Estoy aprendiendo aún, todavía me queda mucho, pero te aseguro que me resulta apasionante deshilachar en tiempo real las frases que recibes como se deshilacha un jersey pret-a-porter, para volverlo a tejer en forma de pregunta o comentario a medida y luego comprobar qué tal le queda a tu interlocutor, si te la devuelve deshilachada o si por el contrario, se la lleva puesta.

En fin, todo esto para recomendarte que escuches.

Nada más, ni nada menos.

Ahora sí, dejo de largar que si no, no escucho.