Escocia: Salir de una unión para continuar en otra

Los escoceses temen, y seguramente con razón, que la salida del actual mercado único les perjudicará

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ROSA MASSAGUÉ

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En 1707 los escoceses decidieron unir su reino al de Inglaterra. Tres siglos después le están dando vueltas a dejarlo, en abandonar una unión, la del Reino Unidopor seguir en otra, la Unión Europea. En tiempos de la reina Ana, que ya lo era de los escoceses y de los ingleses (también de los irlandeses), Londres y Edimburgo mantenían cada una su propio Parlamento y sus propias leyes. La Unión puso fin a la separación política creando un único Estado soberano y así, de momento, hasta hoy. Detrás del lejano Tratado de Unión había una razón comercial, la dificultad que tenía la Compañía de Escocia de sobrevivir al monopolio de la Compañía de las Indias Occidentales (inglesa) en un momento de crecimiento y expansión de lo que sería el imperio británico.

La relación del Reino Unido con Europa siempre se ha basado en el comercio y en esto no se han diferenciado ingleses o escoceses. Para los británicos, que ya llegaron tarde a la Comunidad Económica Europea (CEE), el único sentido que tenía estar en ella era el de pertenecer a un mercado común. Ni hablar de unión política, ni de federalismo. Y eso ha sido así desde Edward Heath bajo cuyo mandado el Reino Unido entró en la CEE, hasta el imprudente David Cameron, hacedor por motivos espurios del ‘brexit’ y sus consecuencias.

La puesta en marcha este miércoles de la salida británica de la Unión Europea ha activado nuevamente el deseo del Partido Nacionalista Escocés de someter la independencia a un segundo referéndum. Los escoceses temen y seguramente con razón que la salida del actual mercado único les perjudicará, que económicamente será más ventajoso permanecer en la unión, la europea, que seguir en la otra unión cuyo futuro económico y comercial en un mundo de grandes bloques es un enigma.

Escocia fue uno de los bastiones de la revolución industrial. Adam Smith, el padre de la economía moderna con sus tratados ‘Teoría de los sentimientos morales’ y ‘La riqueza de las naciones’ era escocés, como también lo era James Watt, el creador de la máquina de vapor que fue el motor de aquella revolución que hizo grande al Reino Unido. La suerte de Escocia ha ido ligada a aquella pertenencia, para bien y para mal. Para bien en un pasado lejano en que su industria manufacturera era una de las primeras del mundo, y para mal en un pasado más cercano en el que el declive de Escocia era parte de la caída general británica de la postguerra, continuada por los duros años de thatcherismo que la castigaron de forma muy severa política y económicamente. Solo el descubrimiento de petróleo en el Mar del Norte a finales de los años 60 mitigó aquella decadencia.

Ahora se abre un periodo que será muy complicado para Escocia. Nicola Sturgeon ha conseguido el mandato del Parlamento de Holyrood para pedir una nueva consulta sobre la independencia, pero es la primera ministra británica, Theresa May, quien tiene la sartén por el mango. Solo Downing Street tiene la prerrogativa de permitirlo y su actual ocupante ya ha dicho que ahora no toca.