Dos miradas

Escocia

Una victoria del "no" a la independencia escocesa no debería ser desmoralizante ni tampoco debería ser euforizante un triunfo del "sí"

josep maria Fonalleras

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Es inevitable, hoy, hablar de Escocia. Como hay muchos entendidos, no proferiré ninguna profecía ni ningún análisis de un asunto sobre el cual girarán todas las miradas del mundo. Las urnas decidirán -¡santa palabra!- cuál de las dos opciones será la más apreciada por los escoceses: si el simbólico muro de Adriano vuelve a elevarse como metáfora de la distancia con Inglaterra, o si el peso de las antiguas tradiciones británicas y de las recientes declaraciones de los líderes unionistas consiguen que el territorio permanezca en el mismo reino que hasta ahora conocemos.

Hace unos días, en un comentario que leí en Twitter se trazaba un paralelismo entre el afán catalán de compararse con la suerte de Escocia (la hipotética suerte del sí ganador) y una victoria del Celtic de Glasgow contra el Real Madrid. Si el Celtic elimina al Madrid, la afición azulgrana aplaude, y si es al revés piensa (si es optimista) que tarde o temprano aquel Madrid acabará cayendo derrotado por algún otro. En ambos casos, no se gana la Champions. Con el referendo pasa algo similar. Una victoria de la renuncia a la independencia no debería ser desmoralizante, del mismo modo que no debería ser euforizante un triunfo del «sí». Excepto por un motivo. Entonces, en caso de que Salmond fuera Wallace, la virtualidad de las hipótesis sobre el nuevo orden europeo tomaría cuerpo. Y sería, por supuesto, un antecedente que desvanecería dudas e incertidumbres.