Los jueves, economía

Escenarios para el futuro

El crecimiento depende del optimismo de familias y empresas, los tipos, el petróleo y el déficit público

ANTONIO ARGANDOÑA

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A menudo los empresarios a los que explico las perspectivas de la economía española me dicen que eso está muy bien, pero que, con las mismas cifras, unos economistas auguran un futuro brillante y otros lo ven muy negro. Y eso cuando no someten las cifras a un masaje enérgico que les haga decir lo que les conviene que digan: que se está creando mucho empleo o que no se está creando, que es empleo del bueno o del malo... Se supone que un ingeniero aeronáutico es capaz de calcular cuidadosamente la resistencia de los materiales de un nuevo avión, y que otro ingeniero estará en condiciones de evaluar esos cálculos y determinar si son de fiar o no. Pero los economistas estamos mucho menos seguros de lo que decimos: la ideología, los sesgos políticos, las diferencias de escuela y otros intereses ponen muchos interrogantes sobre nuestras previsiones, que, además, tienen poco apoyo científico.

El resultado es que, a menudo, quienes deben tomar decisiones se acercan a los economistas que piensan como ellos para ver confirmadas sus ideas. O quizá prefieren escuchar a expertos de varios colores, para colocarse en un prudente término medio entre el optimismo de unos y el pesimismo de otros. Pero hay una técnica que permite sacar partido a las expectativas sobre el futuro con algo más de provecho: la técnica de los escenarios.

Un escenario es una descripción de la evolución prevista en una economía, bajo ciertos supuestos. Cambiando los supuestos, el escenario será distinto, de modo que el lector puede hacerse una idea de qué puede pasar bajo distintos supuestos. Por ejemplo, McKinsey publicó hace unas semanas unos escenarios de la economía europea en los próximos diez años, en términos de crecimiento o estancamiento y de convergencia o divergencia.

Si tenemos una idea de lo que puede impulsar el crecimiento, podemos dar contenido al par crecimiento-estancamiento. Si las medidas de estímulo tienen éxito, el progreso tecnológico no pierde ritmo, la cohesión social no se rompe, la inversión sigue creciendo, el capital humano sigue acumulándose en las escuelas y universidades… Europa crecerá; en caso contrario, predominará la parálisis. Del mismo modo, podemos explicar qué puede hacer que los países miembros de la Unión Europea tiendan a converger o no: el progreso en la unión fiscal y bancaria, la reducción de la deuda de familias, empresas y bancos y el restablecimiento de la unidad de mercado financiero, el mantenimiento de las reglas del juego político…

Construir escenarios sencillos, sólidos e ilustrativos no es fácil. Pero el ejercicio vale la pena. Pongamos a una empresa con negocios en varios países europeos ante esos cuatro escenarios, definidos por el crecimiento convergente (todos los países crecen, cada uno a su velocidad propia, sin estridencias ni conflictos importantes), el crecimiento divergente (algunos países van bien, pero otros se estancan y hay enfrentamientos), el decrecimiento divergente (crisis en varios países que frenan la marcha de todos los demás) y el decrecimiento convergente (todos a una, pero por la senda del estancamiento y del conflicto).

Divida una hoja de papel en cuatro cuadrantes, y ponga sus impresiones cualificadas (no simples corazonadas) en cada uno, y dé alguna probabilidad a los cuatro escenarios. Pregúntese luego si su empresa está preparada para aprovechar las oportunidades de un crecimiento convergente alto, o las amenazas de un estancamiento convergente. Y trate también de entender qué debe hacer en los cuadrantes en los que aparecen países que marchan bien y otros que se estancan, o conflictos que dificultan la convergencia dentro de la Unión Europea. Porque, al final, los escenarios tienen que servir para orientar la toma de decisiones en la empresa o en la Administración pública.

Si al lector esto le parece aburrido, le sugiero un ejercicio más próximo. El crecimiento de la economía española va a depender, a corto plazo, del optimismo con que las familias y empresas vean la evolución de la demanda, del mantenimiento de los bajos tipos de interés y del precio del petróleo, y de cómo valoren nuestros acreedores la evolución del déficit público (sí, ya sé que dejo fuera muchas variables, pero esto es solo un ejercicio). Luego, introduzca factores perturbadores, como la ruptura de la gobernabilidad en el país después del 20-D, el estancamiento de la unión bancaria en Europa o una crisis financiera internacional, tres shocks con probabilidad no nula. Y vaya haciendo un ejercicio de diseño de unos escenarios que, como antes, irán desde un futuro maravilloso hasta la tormenta perfecta. Y pregúntese: ¿qué probabilidades de supervivencia tengo en los escenarios negativos?, ¿qué tengo que hacer para aprovechar los positivos?