AL CONTRATAQUE

Escaparate

Los niños son niños. No son de nadie. Son de ellos mismos. Los padres solo los acompañamos un trozo del camino. ¿Qué tal si los respetamos siempre?

Cuatro jóvenes manipulan sus móviles.

Cuatro jóvenes manipulan sus móviles.

MANEL FUENTES

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Una amiga busca trabajo. Es escaparatista y experta en 'merchandising visual'. Y ante su currículo caigo en la cuenta de lo importante que se ha vuelto el escaparate como para que haya centros formativos alrededor de él, y evidentemente negocios que lucen divinamente tras el cristal de la acera. Y me doy cuenta de que hoy todos somos un poco escaparatistas de nosotros mismos y que eso nos da cada vez mayor trabajo. Ya no solo es cómo vestir, peinar o presentarse. Ahora por obra y gracia de las redes sociales (donde somos pececillos) quien más quien menos necesita actualizar su escaparate de Facebook, colgar fotos de gatitos o de pies en la playa en Instagram, hacer 'tuits' compulsivamente o montarse una página web para que la pecera siga atractiva a los ojos de los amigos virtuales que en realidad no tenemos. Y todo al instante. Ansiosos. Adictos. Con más intuición que conocimiento. Con más ingenuidad que recelo. Con la alegría de vivir del que deja la puerta abierta de casa en verano porque es más cómodo y más cool.

Este artículo no pretende ser un canto a la desconfianza ni a volver a la edad de piedra, pero sí a la toma de conciencia. Cuando nos ponemos el sombrero de escaparatistas de nosotros mismos (sin los estudios de mi amiga) usamos todo lo que tenemos a mano como munición. Fotos, niños, platos de comida, marcas de bañador… Y como tenemos la fantasía de que todo pasa entre amigos, nos gusta creer que todo está bien. Pero este periódico informaba hace poco de que el 10% de consultas a la Agencia Española de Protección de Datos sobre redes sociales y aplicaciones móviles se relaciona con los derechos de los padres a poner en las redes fotos de los hijos, y básicamente esas consultas se dan tras la separación de los cónyuges.

DERECHOS DEL MENOR

Es entonces cuando nos preocupamos más de los derechos del menor y de las consecuencias que puedan padecer por ir llenando las redes de sus monerías. Exigimos contención, vetos y castigos. Pero, ¿y antes? Nos irrita más lo que pueda hacer nuestra expareja con las fotos de nuestros hijos que cualquier desconocido. Solo entonces nos ponemos en modo alerta. Antes, solo nos importa nuestro escaparate loco. Compararnos e imitar a nuestros amigos o vecinos en una competición absurda por llenar de felicidad virtual el escenario. Con lo que sea. Siendo muy laxos en los filtros.

¿Qué tal si dejamos tranquilos a los más indefensos? Por desgracia ni los gatos ni los bebés pueden quejarse cuando los utilizamos, pero en escaparatismo una de las primeras reglas es que en él solo debe entrar lo que puedas vender. Y los niños son niños. No son de nadie. Son de ellos mismos. Los padres solo los acompañamos un trozo del camino. ¿Qué tal si los respetamos siempre? Ojalá de mayores solo cargasen con sus errores y no también con los nuestros.