Al contrataque

Escala humana

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Es arquitecto, tiene cuarenta y tantos. Aunque el suyo es un sector difícil, arrancó bien, montó un estudio con dos compañeros de carrera y ganaron algunos concursos muy interesantes: un mercado, una clínica, una biblioteca. A escala humana, decía. Luego todo eso se acabó y, transcurridos varios años de crisis, empieza a ver claro que nunca más volverá a proyectar algo grande. Tiene suerte, porque da clases de dibujo y con eso, alguna reforma y el sueldo de su mujer van tirando, pero algunas mañanas, al dejar a los niños en el cole, ve ciertos edificios que admira y le entra la nostalgia de ese futuro que no será. Entonces hace una parada en el minúsculo taller de zapatería del que era su aparejador. Él también ha tenido suerte, su padre se retiró y él, que siempre fue muy hábil con las manos, ha podido reciclarse en el oficio de remendar zapatos. Los dos son demasiado jóvenes para jubilarse, pero ya tienen pensamientos de jubilado: conformarse con lo pequeño, pasar el duelo por la profesión que perdieron. Su mujer es diseñadora gráfica, o lo era, porque esa ocupación tampoco tiene ya demanda. Se ha inventado unos talleres de ganchillo, costura y otras artesanías manuales que le aportan unos ingresos extra que han resultado esenciales. Tampoco volverá a diseñar nada grande. Su hermana es actriz y está contenta porque la han llamado para unas lecturas dramatizadas. Pagan muy poco, no hay dinero para montar la función en un teatro de verdad, dice la directora, «pero al menos la leemos». Y practicamos, piensa ella. Y nos ve y nos escucha alguien.

Bondades fuera del alcance

Hoy a muchos nos toca hacer cosas pequeñas, pero sin embargo el mundo en el que nos movemos es gigantesco, enorme, y muchas de las bondades que ofrece son para otros, están fuera de nuestro alcance. No hay proporción, no tenemos la sensación de pertenecer a una colectividad en la que nuestra aportación cuente, donde esas pequeñas labores que han desplazado a los trabajos de antes tengan un significado. Todo lo contrario, los empleos poscrisis son contratos temporales, carreras fluctuantes en las que no permaneceremos mucho tiempo en una misma tarea. En las grandes empresas como en las pequeñas, sentiremos con facilidad que somos piezas intercambiables del engranaje. Conscientes de ello, nuestros jefes contratarán a unos señores llamados coach coachpara que cambien nuestra percepción, llenen con su palabrería el vacío y creen un compañerismo forzado que nos identifique con el producto y la marca que vendemos. Pero no somos tan cándidos, no nos llevarán al huerto fácilmente. Antes o después, teje que te teje, remienda que te remienda, encontraremos el modo de recuperar una vida laboral con significado para nosotros y para los que nos rodean. A escala humana.