La cita electoral del 25-M

Esa Europa que no existe

La UE no es lo que podría ser por culpa del nacionalismo de los estados y la falta de liderazgo

JOAQUIM COLL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Entender cómo funciona la Unión Europa no es fácil. Su complejidad es una de las razones principales del alejamiento de la ciudadanía. Establecer un paralelismo con los mecanismos políticos nacionales que todos conocemos sirve solo a medias. La oscuridad no proviene de sus características federales, que son cada vez más importantes, sino de los elementos intergubernamentales que se derivan del hecho de que jurídicamente es una unión de estados que ceden competencias pero no la soberanía. Tras el Tratado de Lisboa, los rasgos federales aumentan. La UE tiene competencias exclusivas, como la política comercial, la monetaria o la de mercado interior, mientras que otras son compartidas. El Parlamento Europeo interviene en el procedimiento legislativo de materias relevantes y aprueba el presupuesto de la Unión. Y esta vez el resultado de las elecciones determinará la elección del presidente de la Comisión Europea.

Sin embargo, el avance hacia el federalismo se ve ensombrecido por cuatro factores. Primero, el Parlamento no legisla directamente, sino que modifica, aprueba o rechaza los proyectos de reglamentos y directivas que propone la Comisión. Segundo, la UE no recauda ningún impuesto, se financia solo a través de las contribuciones de los estados, que no desean por ahora aumentar un presupuesto muy escaso, que supone el 1% del PIB europeo, unos 135.000 millones para este 2014. Tercero, el Consejo de Ministros de los estados ejerce funciones de cámara territorial y obliga al llamado proceso de codecisión, que excluye al Parlamento en algunas materias clave, como la política fiscal y la exterior, en cuyos casos se exige la unanimidad de los 28 miembros. Y cuarto, el Consejo Europeo, formado por los presidentes de los gobiernos de los estados, ejerce la jefatura de la Unión y dispone de un gran poder para fijar las orientaciones económicas y financieras. Eso limita el peso de la Comisión, que hace más de ejecutor que de ejecutivo y cuyos comisarios son nombrados por los estados, en virtud de su peso económico y demográfico.

En definitiva, la UE es un artefacto muy complejo, que tiene características federales fácilmente comprensibles por los ciudadanos, como el Parlamento, pero al que se le superpone una lógica intergubernamental poco eficaz y con una legitimidad democrática indirecta. En realidad es una mezcla de federalismo y confederalismo. Es una unión de ciudadanos, pero sobre todo de estados, que conservan la soberanía y la capacidad de separarse de la UE, como propugnan hoy las fuerzas soberanistas antieuropeas, particularmente en el Reino Unido. En un modelo federal de verdad, esa posibilidad no existiría, pues entraña una gran inestabilidad y favorece el chantaje territorial. Que la UE no disponga de instrumentos financieros y económicos para llevar a cabo políticas de estímulo contra la crisis, y solo haya dictado estos años recetas monetaristas y de austeridad, la ha convertido en objeto de muchas críticas y aumentado la desafección ciudadana. Por culpa del nacionalismo de los estados y la falta de un liderazgo social y político europeo la UE no es lo que podría ser. No nos engañemos, el problema no es el euro ni la unión económica, sino esa Europa política que aún no existe.

El movimiento federalista europeo lleva años proponiendo alternativas posibilistas, sabiendo que de golpe no se van a poder alcanzar todos los objetivos. En el 2013, la plataforma transversal www.spinelligroup.eu impulsó un manifiesto a favor de una serie de medidas para fortalecer la unión política mediante la adopción de una ley fundamental para la UE.

Entre sus propuestas sobresale la supresión del criterio de unanimidad para la reforma de los tratados y también para todas las codecisiones legislativas en las que además debería siempre participar el Parlamento. Propone introducir una circunscripción única para que las elecciones tengan una dimensión realmente paneuropea. Aspira a que el presidente de la Comisión lo sea también del Consejo Europeo, evitando la bicefalia y clarificando la fuente de legitimidad del poder a favor del voto de los ciudadanos. Y apuesta por profundizar urgentemente la unión fiscal para evitar el fraude, los paraísos fiscales o el abuso de las grandes compañías que apenas pagan impuestos. De otro modo, el Estado del bienestar será insostenible.

El objetivo es alcanzar en la próxima década una verdadera federación mediante una estrategia gradual que el domingo tiene un desafío: una buena participación y el éxito de fuerzas comprometidas con la unión política. En Catalunya, el reto es doblemente importante, pues el repliegue localista del envite soberanista puede sacarnos de la UE y quebrar la tradición europeísta del catalanismo.