¿Es la desconexión lo único que importa?

JOAN Tapia

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Las últimas encuestas eran duras. Convergència bajaba hasta 32-34 diputados (tiene 50), y ERC, con 22, arriesgaba quedar detrás de Podemos y/o Ciutadans. Aparte de la hábil jugada de Mas, con la ayuda de Jordi Sánchez en la presidencia de la Assembles Nacional Catalana (ANC), las «condiciones objetivas» acunaban la lista común. Con 56 diputados, yendo separados y juntándose después, no podían liderar nada de nada.

Pero si juntos obtienen 56 escaños serán de largo la lista más votada (las encuestas dan al segundo 23) y el agit-prop independentista procurará que el viento generado por la lista unitaria (el fichaje de Pep Guardiola ha sido solo el primer golpe) haga que el resultado mejore. ¿62 diputados?. Entonces con la ayuda de la CUP pueden lograr los 68-70 aunque es difícil que sumen -según encuestas de CDC- el 50% de los votos.

La lista de los buenos

Parece que lo catalanista, lo patriótico, el futuro, exigiera una condición previa: partir el país en dos mitades. La lista unitaria será la de los buenos y esforzados, la de los que no quieren que Catalunya caiga en la decadencia a las que nos condena España. Las otras listas, lo quieran o no, contribuirían a que Madrid nos pase por encima sin misericordia. Es igual que se vote a Ramon Espadaler de Unió Democràtica (socio hasta ayer), o a Miquel Iceta, líder del PSC que ha sido básico en la consecución de los dos estatutos y en la configuración de la Catalunya actual. O al candidato de ICV y Podemos que defienden el derecho a decidir y quieren poner patas arriba todo el orden constitucional. Es igual, todos los que no voten la lista patriótica -excepto las CUP que tienen bula porque luego deben prestar sus escaños para llegar a la mayoría absoluta- son cómplices objetivos de Mariano Rajoy.

Querer ganar para ir a una meta muy difícil y discutible dividiendo al país en dos mitades enfrentadas, buscando el 50% de los votos o los 68 diputados para desconectar con España -como si fuera tan fácil e indoloro como cambiar de compañía de móvil y no existiese la Unión Europea- parece una aventura descabellada, no una apuesta «con un punto de incertidumbre» como ha afirmado Artur Mas.

Máxime cuando la lista es unitaria solo de fachada, sin otro proyecto común que no sea la desconexión. ¿Se puede construir un país sólido contra todo el arco parlamentario que no sea CiU, ERC y la CUP, y reduciendo la sociedad civil a la ANC y Òmnium? ¿Son irrelevantes Foment, la UGT, la Pimec y CC.OO?

Falta de seriedad

No es serio. Tampoco lo es llamar al voto del catalanismo moderado justo cuando se acaba de romper una alianza de 35 años con Josep Antoni Duran Lleida y se tacha a Iceta Herrera de aliados objetivos de Rajoy. Tampoco que el candidato a la presidencia vaya en el número cuatro porque no tiene el consenso estético suficiente para ir de uno. Surrealismo puro. ¿Qué proyecto común de sociedad tienen el business friendly Mas, número cuatro de la lista, y el inteligente diputado ecosocialista durante diez años (nada de sociedad civil), Raül Romeva que la encabeza? Ninguno… salvo apretar el botón de la desconexión. ¿Después…?

Lo más estrambótico es que hemos llegado a esta apuesta frentista -claro, en reacción contra el inmovilismo del PP- de la mano de un político que parecía responsable, que quería acabar con el caos del tripartito, que dice tener un sueño americano (aunque de primarias nada porque le bastó Jordi Pujol para ser ungido) y que siempre pone de ejemplo países como Holanda o Dinamarca cuya vida política está marcada por los pactos y los gobiernos de coalición. Catalunya -como estos países- es más rica y plural. No debe encerrarse en la mitad más o menos uno.