El ejemplo de Iñigo Errejón

El esfuerzo del dirigente de Podemos por entender qué es Catalunya no debería ser una excepción

Íñigo Errejón, ante la prensa, en la sede del partido.

Íñigo Errejón, ante la prensa, en la sede del partido.

NEUS TOMÀS / BARCELONA

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Si la plurinacionalidad (palabro donde los haya) pudiese resumirse en un ejemplo sería el del catalán de Íñigo Errejón. El dirigente de Podemos simboliza una apuesta verdadera por aproximarse desde el respeto a Catalunya. Su esfuerzo por hablar esta lengua, tanto en la época en que vivió en Girona como ahora en Madrid, nada tiene que ver con el catalán en la intimidad que decía hablar Aznar para camelarse a Pujol.

Habrá quien piense que escuchar a Feliu Ventura (siempre aconsejable) no es suficiente para entender que hay otro País Valencià diferente al que el PP ha publicitado. Pero saber al menos que existe este cantautor, uno de los preferidos de Errejón, demuestra también una voluntad de mirar más allá de ese centro radial, cuyo núcleo irradiador sería Madrid. «Todo a tres horas de Madrid, como máximo», como escribió Pasqual Maragall en el 2003. Sí, hace ya 16 años, en un artículo publicado en 'El País' y cuyo titulo se demuestra hoy premonitorio: Madrid se ha ido. 

No se trata de que Errejón y algunos pocos en su partido puedan tener una visión política diferente de la España única y unitaria de la mayoría del socialismo español y de todo el PP. Es una manera de entender España que posiblemente hubiese evitado que el conflicto llegase al extremo de tensión actual.

LA DESCONEXIÓN SENTIMENTAL

Habrá quien piense que el independentismo tiene tan asumido el divorcio que le da igual si el Gobierno de turno está dispuesto a remangarse de una vez para intentar buscar una solución. Puede ser. Pero mientras los partidos, todos, siguen inmersos en su mundo paralelo al real, la desconexión sentimental de una parte importante de los catalanes, la famosa desafección, persiste.

La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, ha prometido visitar a menudo Catalunya. Bien. Pero estaría bien que cuando lo haga también salga a la calle. Si visita alguna escuela comprobará que el problema de la educación catalana no es la lengua en que se enseña a los niños si no la falta de medios. Y si se sube a un tren de Rodalies en hora punta a buen seguro que no lo olvida. Vicepresidenta, venga y cuéntelo.