La clave
Entre el 'Watergate' y Vallecas
La épica periodística tiende a olvidar algunos detalles de episodios gloriosos
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
Ha muerto Ben Bradlee, el director de The Washington Post cuando Bernstein y Woodward hicieron caer al presidente Richard Nixon por el caso Watergate, una trama de espionaje urdida contra el candidato del Partido Demócrata. Este episodio es uno de los mitos fundacionales del periodismo moderno y ejemplo de su función de control del poder. El antecedente más relevante fue aquella famosa carta al presidente de la República Francesa publicada por Zola en el diario L'Aurore a propósito del caso Dreyfuss caso Dreyfusscon un título tan brillante como directo: «Yo acuso».
La épica periodística tiende a olvidar algunos detalles de esos episodios gloriosos. Pero, a menudo, la verdad está en los detalles. Sin la «garganta profunda», el Watergate no habría existido. Tampoco lo habría hecho sin Bernstein y Woodward, como ha demostrado el reciente episodio de Wikileaks. Sin verificación periodística, la información es mera documentación o simple propaganda.
Mirada partidista
Bradlee ha muerto justo cuando España, incluida Catalunya, vive un nuevo estallido de revelaciones en torno a la corrupción de los años de las vacas gordas. La mayoría de noticias se sustentan en actuaciones judiciales que intentan verificar los indicios procedentes de las denuncias de particulares, de la policía o de la fiscalía. La lentitud de la justicia crea un efecto de caos y de reverberación. El periodismo hace poco más que contar lo que pasa, pero la mirada perversa de la política partidista lo subvierte todo. Los últimos pujolistas no consiguen su propósito de convertir las investigaciones sobre los vástagos del expresident en otro ataque a Catalunya como hicieron hace 30 años. Es curioso que Oleguer Pujol sea siempre el hijo del president y Miguel Blesa no sea nunca el compañero de piso de Aznar. Como curioso es que las gargantas profundas del Pujolgate sean una examante despechada o unos «nacionalistas arrepentidos» en lugar de unos corruptos arrepentidos. Todo va bien si acaba bien, dijo Shakespeare, pero no olvidemos que entre los grandes hitos del periodismo hispano está la «mochila de Vallecas».
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