Dos miradas

Entre comillas

El juez Gómez Bermúdez ha hablado de «terrorismo anarquista», un sintagma nada gratuito ni inocente

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Una buena manera de leer las informaciones oficiales es ponerlas en duda. O acotar el alcance de la magnitud de lo que se dice. El juez de la Audiencia Nacional Gómez Bermúdez, por ejemplo, ha hablado de «terrorismo anarquista», un sintagma nada gratuito ni inocente. En este país, especialmente aquí, la combinación del nombre y del adjetivo presupone el despertar de viejos fantasmas, el resurgir de unas historias que, para bien y para mal, marcaron los primeros años del siglo XX en Catalunya. El anarquismo es, pues, el recuerdo de un movimiento libertario que se volcó en la dignidad de la educación y del progreso civil, por ejemplo, y también, en su vertiente violenta, una fuerza de choque que actuó en la intemperie de la razón en los primeros meses de la guerra. Aquella Rosa de Fuego que vivió el estallido de la Escuela Moderna se convirtió en escenario de los hechos cruentos de mayo de 1937 y de la desazón de las escuadras sin control. Por eso no se puede hacer broma. Por eso hay que saber el detalle de los registros en la Kasa de la Montaña y el objetivo final de una batida que ha hecho una decena de detenidos pero que no ha demostrado la existencia de un enlace entre el nombre y el adjetivo.

No debemos olvidar que alguien con tanta reputación y con una integridad intelectual tan alta como Ferrer i Guàrdia fue acusado sin pruebas de la Setmana Tràgica. Después, fue fusilado no porque fuera terrorista sino porque era anarquista. No lo olvidemos.