tú y yo somos tres

«Entrada en carnes, rellenita»

FERRAN MONEGAL

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Han llegado a un altísimo grado de perfección, es indiscutible. La labor de selección de criaturas, los guiones, el montaje, la escenografía, el vestuario... Son de una efectividad absoluta. Lo bordan. Nos tronchamos de risa. Estoy hablando de  la nueva temporada de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? (Cuatro). La mejor pareja, el mejor tándem, es sin duda alguna el que conforman el joven Fran, exmilitar, mujeriego, pero sin novia fija, y su mamá Mari Carmen, ama de casa y jornalera de la vendimia. El rupestrismo llano y garbancero que posee esta señora es de una potencia escénica increíble. Preocupada porque su hijito va de flor en flor y no sienta la cabeza, aspira a econtrarle esposa en este concurso. La quiere así: «Una chica entrada en carnes, rellenita. Que le quite del tabaco. Me da igual que sea negra o marroquí y que coma con las manos. Que le cuide y le alimente. Nada de estar todo el día chin,chin, dale que te pego. ¡El sexo debilita! Puede coger anemia. ¡Ay! Mi Fran puede terminar muriéndose!». Y cuando le presentan a la selección de las diez aspirantes, que van pasando una a una, ella va poniendo caras muy explícitas, y le susurra a Fran la que no, y la que tampoco. O sea, que ella es la que va a decidir, y no su hijo. ¡Ahh! Nos hemos reído mucho. Llegados a este punto cabe advertir que a lo mejor ni Mari Carmen es su madre, ni Fran su hijo, y que todo es fruto de un casting con agropecuarios actores de cercanías. Y del resto de mamás, papás e hijitos, quizá podríamos decir lo mismo. Si es así, más mérito todavía. Estamos ante la tercera temporada de una jocosa astracanada, una despendolada filigrana cómica, tan disparatada como inofensiva.

DOS CATALANES, DOS CATALUNYAS .- El encontronazo entre Santiago Espot Xavier Sardá en Abre los ojos y mira (T-5) ha sido útil. Aseguraba Espot, con vehemencia: «Catalunya se va. Nos queremos ir y lo hemos manifestado». Y Sardá le advertía: «Hombre, quizá que esperemos al resultado de la consulta. ¿O das por hecho que ya nos vamos? Hay que votar, ¿no? ¿O eso no es más que un eufemismo?». ¡Ahh! Ese instante de polémica ha sido luminoso. El argumento de Sardà es incontestable: que nos dejen decidir en una consulta, pero que nadie decida por nosotros. Ni desde dentro, ni desde fuera. Arrogarse el sentir de Catalunya es una sospechosa forma de desprecio al derecho que tiene un pueblo de expresarse en las urnas.