No entiendo la creación del mal

El nuevo Papa está creando ilusión entre los católicos. Y dicho sea con respeto: el fichaje de un futbolista anima a los seguidores, porque la novedad suele crear esperanzas. En el cierre del último sínodo, Francisco dijo una frase que era como una sentencia: «Dios no teme las novedades». La afirmación es genérica, no concreta qué novedades, pero parece que se puede interpretar como una alusión a dos posibilidades. Primera, que los divorciados sean admitidos a recibir la comunión. Segunda, que los homosexuales sean tratados con respeto.

Puestos a votar estos dos puntos, no han sido aprobados por la mayoría de los eclesiásticos con derecho a voto. De todos modos, el sector que se ha opuesto no ha sido, si no me equivoco, una mayoría absoluta, y en cualquier caso el Papa deberá tener en cuenta este significativo indicio.

Francisco fue valiente, pienso, cuando dijo que había que evitar la tentación de una «rigidez hostil». Y, de hecho, la Iglesia romana se ha relajado en bastantes puntos, evidentemente no en los dogmáticos. Pero esta información digamos aperturista me ha hecho pensar en algo que no entiendo desde ya hace tiempo.

Creador omnipotente

El cristiano puede creer que hay un dios creador del cielo y de la tierra, de las cosas visibles e invisibles, de los animales de todas las especies, del primer hombre y la primera mujer. Es decir, el creador omnipotente y libre de todo. Si no me equivoco, el mal es fruto de la libertad humana.

Varios analistas han estudiado el mal -opuesto al bien- desde muchos puntos de vista. Me merecen mucho respeto. Pero hay algo que no entiendo. Si Dios creó el mundo también creó la posibilidad del mal. ¿Por qué no creó solo el bien? No podía obligarle nadie, era el máximo y único poder, el diseñador absoluto de la creación. Perdonen la ignorancia: si creó al hombre, ¿por qué no decidió crear solo hombres buenos?

Ahora mismo, los hombres se están matando en Asia.