Dos miradas

Ensimismados

Quizá el independentismo está en un callejón sin salida, pero la verdadera tragedia es que nos conformemos con una abstracción

Artur Mas y la 'consellera' Meritxell Serret descubren la placa conmemorativa en la inauguración de la calle 9 de Novembre de Montoliu de Lleida.

Artur Mas y la 'consellera' Meritxell Serret descubren la placa conmemorativa en la inauguración de la calle 9 de Novembre de Montoliu de Lleida. / periodico

EMMA RIVEROLA

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La sensación es que estamos perdidos en la abstracción. Víctimas de una alienación nacional que se ha olvidado de la realidad. Solo así se entiende que Artur Mas inaugure con pompa <strong>un callejón sin salida en homenaje al 9-N</strong>. Si el independentismo no estuviera embelesado, sería el primero en indignarse. ¿No había más calles? ¿Es necesario ridiculizar un acto en el que participaron más de dos millones de personas? El expresident se animó a crear un argumento ad hoc, el callejón es una vía ciega «porque hemos tapiado la entrada a nuestros adversarios y damos salida a nuestras libertades». La tesis es grotesca -y falsa: no existen callejones sin entrada-, pero reúne los dos elementos básicos de todo discurso nacionalista: ellos, los adversarios, y nosotros, los héroes de la libertad.

En el ensimismamiento independentista, cualquier elemento del mundo exterior es modulado para encajar en su paisaje. Ya sea el brexit, el triunfo de Trump o la muerte de una mujer en Reus. Y, sin duda, el Gobierno del PP es la mejor musa del procés, ilumina desde el martirologio hasta los discursos pirotécnicos de Rufián. Pero si el PP inspira el lienzo soberanista, también puede decidir dejar de hacerlo. Y, entonces, quizá descubramos que, de tanto ir a la contra, Catalunya se ha quedado sin ideas de país. Quizá el independentismo está en un callejón sin salida, pero la verdadera tragedia es que nos conformemos con una abstracción.