Dos miradas

La ensaimada

La primera obligación de los miembros de la Mesa del Parlament era no ir a la cárcel

La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, a su llegada al Tribunal Supremo.

La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, a su llegada al Tribunal Supremo. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Lo dijo alguien tan acreditado en este oficio como el Lute: «La primera obligación de un preso es escaparse». Ni cursillos de informática, ni visitas a la capilla, excepto en el caso de que en la capilla se esconda una Biblia deshuesada que contenga una lima para serrar los barrotes. Quiero decir con esto que las declaraciones de los miembros de la Mesa del Parlament ante el Supremo se podrían entender en este sentido. La primera obligación es no ir a la cárcel. Como declaró Joan Josep Nuet, «no se arrodillaron ni traicionaron sus ideales» sino que «hicieron un esfuerzo de sentido común».

La declaración de la república fue política (retórica) y el artículo 155 se está aplicando. Lo dicho. Como ha recordado Joan J. Queralt, la democracia española no es militante, en el sentido de que no reclama adhesión incondicional, pero las acciones judiciales la han exigido o la han impuesto, como garantía para evitar futuras fechorías: necesitaban un acto de contrición.

Esto me hace pensar en una historia que explican en Mallorca. En plena Inquisición, los chuetas eran obligados a comer ensaimadas para demostrar su conversión. Para no ser descubiertos, utilizaban grasa de ternera en lugar de la reglamentaria manteca de cerdo. Y así salvaban la vida. Quizá el juez Pablo Llarena conoce la anécdota y por ello ha advertido que «las afirmaciones de todos ellos pueder ser mendaces», es decir, simuladas o falsas. «Mendaz» es una palabra que me gusta mucho. Es tan jurídica