Ideas

Enfrascados en un reino aparte

ENRIQUE
DE HÉRIZ

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Todo traductor vive una paradoja: porque domina al menos un idioma extranjero, que aquí suele ser el inglés, suele leer en el idioma original gran parte de lo que se traduce. Es decir: lee menos traducciones que un lector normal. Dejemos para otro día definir «normal». Dejemos también, aunque con amargura, el asunto de que cualquier crítica que se le haga a un traductor podría mitigarse, de entrada, por la pésima remuneración que obtienen por su trabajo y que sin duda condiciona el rigor con que lo desarrollan.

El caso es que en los últimos meses, como consecuencia de un encargo editorial, he tenido a la vez la excusa y la obligación de meterme a fondo en el asunto y valorar cómo se trabaja en general ese aspecto. En España hay profesionales que practican la excelencia frase a frase desde hace ya mucho. Y otros listos para el relevo, con excelente formación y buena práctica. Hay auténticos creadores, mentes capaces de traicionar hasta donde sea necesario la obra original para acceder a su alma y trasladárnosla, gracias a su intervención, íntegra y cambiada a la vez. También, como en todo, hay algunos jetas: gente que tras esa necesidad de re-crear esconde una asombrosa desidia y una simple falta de respeto a los criterios establecidos con esfuerzo por el autor original. Pero lo que más me ha llamado la atención ha sido comprobar que en los textos traducidos, mucho más que en los escritos directamente en nuestro idioma, sobrevive a menudo un concepto rancio, anticuadísimo, de lo que significa escribir bien.  Si no le ponemos remedio, el lector que pase muchas horas enfrascado en traducciones se encerrará sin darse cuenta en un reino aparte, un mundo sin ninguna conexión verbal con el de verdad, un universo en el que todo el mundo desciende las escaleras en vez de bajarlas, la gente orina por no mear, las cosas surten efecto cuando funcionan; un territorio fantástico en el que, después de poner el adjetivo siempre delante del nombre, los traductores, imagino, sonríen para sus adentros y miran de soslayo.